Los e-books, lectura descargable

El modelo de suscripciones para los libros electrónicos está alzando vuelo, pero con ciertas restricciones.

“Teme al hombre de un solo libro”, decía santo Tomás de Aquino, un fraile medieval, filósofo y teólogo; aunque el riesgo de encontrarse con tipos con escasa erudición es más raro en estos tiempos modernos. Es que los aparatos digitales pueden contener decenas de libros electrónicos (los “e-books”), de modo que la gente puede, literalmente, transportar un estante completo de material de lectura.

Y ahora, una nueva hornada de empresas de suscripción para e-books está ofreciendo a los bibliófilos la oportunidad de consumir tantos libros como les plazca, de un enorme catálogo de títulos, por un pago mensual fijo de alrededor de US$ 10.

Es un poco como tener una biblioteca entera en el bolsillo —pero sin la necesidad de devolver los libros—. En Estados Unidos, los principales proveedores de suscripciones incluyen a Amazon, Oyster y Scribd, y empresas similares han aparecido en España, China y Escandinavia.

Por ahora, su alcance es limitado pero está expandiéndose. De acuerdo con la investigadora de mercados Nielsen, alrededor del 4% de los compradores de libros en Estados Unidos ha probado un servicio de suscripciones de este tipo.

El modelo de suscripciones ya ha levantado vuelo en rubros como música y televisión, que cuentan con proveedores como Spotify y Netflix, respectivamente. Los consumidores han mostrado una creciente preferencia por estos servicios del tipo “consume todo lo que puedas”, en contraposición con la adquisición de cada ítem por separado.

Esto preocupa a editoriales y autores, que todavía obtienen la mayor parte de sus ingresos a través de la venta de copias individuales. Hasta ahora, han abordado los servicios de suscripción con cautela, excluyendo de ellos sus títulos nuevos y más populares. De momento, solo tres de las cinco editoriales más grandes de Estados Unidos han puesto sus obras disponibles en Oyster o Scribd.

La mayoría de los servicios de suscripción ha acordado pagar a las editoriales por cada vez que un lector acceda a un libro —típicamente, alrededor del 10% lo hace— y las comisiones que cobran son casi las mismas que si hubiesen vendido el derecho de bajar, por una sola vez, el título de sus sitios en Internet.

Este esquema hace que el modelo de negocio de los servicios de suscripción sea similar al de los gimnasios, señala Andrew Rhomberg, experto en e-books: dependen de la afiliación de muchas personas, pero que no hacen un uso intensivo del servicio.

Las compañías discográficas toleran los servicios de transmisión de música como Spotify, que solamente les paga una modesta comisión, porque la alternativa es un incremento continuo de la piratería musical —de la cual no ganan absolutamente nada—. Sin embargo, la piratería de libros electrónicos no representa un problema: es perfectamente factible para las editoriales excluir algunos títulos de los servicios de suscripción y hacer dinero vendiendo copias individuales de ellos.

Así que a menos que el mercado de e-books cambie de manera inesperada, los servicios de suscripción solo tendrían un impacto limitado en la publicación de libros. No obstante, este esquema podría probar su popularidad en nichos como los libros para niños: los padres afiliarían a sus críos con la esperanza de que una cantidad mayor de títulos les haga leer más.

Y aquellos con hijos pequeños, podrían sentirse complacidos al no tener que leerles los mismos libros de siempre a la hora de dormir.

NUEVA YORK (edición impresa)

Traducido para Gestión por Antonio Yonz Martínez
© The Economist Newspaper Ltd,
London, 2014

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