Es un tiempo poco propicio para el libre comercio luego del fracaso del TLC Canadá-UE

Luego de siete años de tratativas entre Ottawa y Bruselas, el tratado CETA podría quedar en suspenso para siempre, luego de ser rechazado el viernes por Valonia, región francófona belga.

Negociado desde hace menos tiempo, el tratado transatlántico (TTIP) entre Estados Unidos y la UE no parece mejor encaminado. (Foto: AFP)
Negociado desde hace menos tiempo, el tratado transatlántico (TTIP) entre Estados Unidos y la UE no parece mejor encaminado. (Foto: AFP)

Mal momento para el libre comercio: el fracaso de las negociaciones entre la Unión Europea (UE) y Canadá muestra nuevamente la desconfianza creciente que provoca la liberalización de los intercambios y más en general, la globalización económica.

Luego de siete años de tratativas entre Ottawa y Bruselas, el tratado CETA podría quedar en suspenso para siempre, luego de ser rechazado el viernes por Valonia, región francófona belga.

Negociado desde hace menos tiempo, el tratado transatlántico (TTIP) entre Estados Unidos y la UE no parece mejor encaminado: las ONG europeas ven en él un caballo de Troya para una desregulación generalizada y Francia favorece la interrupción pura y simple de las conversaciones.

En cuanto a la Asociación transpacífica (TPP) que reúne a 12 países de la región Asia-Pacífico, el acuerdo fue firmado, pero su ratificación no es inminente: los dos candidatos a la Casa Blanca, Hillary Clinton y Donald Trump no quieren ni hablar de ello.

La conclusión se impone: un cuarto de siglo después del hundimiento del bloque soviético y de la brusca aceleración de los intercambios globales, el impulso hacia la abolición de las fronteras económicas parece agotarse.

“Es el resultado de varias décadas de incapacidad de los dirigentes políticos para tomar en serio los temores suscitados por el comercio internacional”, declaró a la AFP Edward Alden, experto del Council on Foreign Relations de Washington.

Desde hace varios años, la liberalización del comercio y la progresiva supresión de los derechos de aduana son acusados de haber precipitado la desindustrialización y la relocalización de empleos hacia los países de bajos salarios, en detrimento de los trabajadores poco calificados de los países ricos.

“La violenta reacción (contra el libre comercio) fue causada por la falta de atención a esos perdedores de la globalización”, afirma Alden.

La exnegociadora de Canadá ante la Organización Mundial de Comercio (OMC), Debra Steger, ve también en esto una creciente tendencia a endilgar las dificultades económicas a factores externos.

“La gente atribuye la responsabilidad a los inmigrantes, a los bienes que el país importa. Responsabilizan a lo que viene del exterior y olvidan el impacto de los cambios tecnológicos o las medidas negativas tomadas por sus países”, señaló.

Asustados por el voto británico en favor del Brexit y el éxito del discurso proteccionista de Donald Trump, los principales líderes económicos mundiales intentan en consecuencia, rectificar el tiro.

Reunidos en octubre en Washington, los ministros de Finanzas del G20 admitieron a coro que el crecimiento actual no es “equitativo” y llamaron a forjar una globalización “diferente”.

Opacidad
Sin embargo, no es seguro que su mensaje convenza a los opositores al TTIP, que denuncian un debilitamiento de las normas medioambientales y sanitarias, en exclusivo beneficio del intercambio comercial.

Otra disposición que concita la oposición de los detractores de estos acuerdos regionales, es la posibilidad que se ofrece a las transnacionales de demandar ante la justicia a los estados que adopten políticas que consideren desfavorables.

Este mecanismo -explícitamente criticado en el CETA- permitió por ejemplo, a Philip Morris atacar a Uruguay por su política antitabaco y al gigante minero Oceanagold demandar a El Salvador por negarle un permiso de explotación por razones ambientales.

Más allá de su contenido, esos acuerdos de libre comercio, que supuestamente deben evitar el bloqueo que afecta a la OMC, padecen por la opacidad de las negociaciones y por la extrema complejidad de los debates.

“Hay falta de transparencia, de explicaciones y consultas a la opinión pública y a las ONG antes y durante las negociaciones”, afirmó Steger, hoy profesora de economía en la universidad de Ottawa.

Según ella, con frecuencia el proceso consiste en poner a los parlamentos y a la población ante los hechos consumados.

“Al fin de las negociaciones, cuando el acuerdo está finalizado, se le dice a la gente: ‘lo logramos, tenemos un acuerdo, tiene 2,000 páginas, hay que aprobarlo’. Eso no se puede hacer así”, opinó.

RELACIONADAS

ÚLTIMA HORA ver todas

BLOGS ver todos

Revolución digitalPablo Bermudez

Bye bye Dubai... ¡Bienvenido NEOM! (1 de 3)

Herejías EconómicasGermán Alarco

Plan Estratégico de Desarrollo Nacional (PED...

El Vino de la Semana

Pisco, amor por el Perú

Te lo cuento fácilAlumnos de la Universidad del Pacífico

Guerra en Ucrania: un breve análisis del fac...

Economía para todosCarlos Parodi

Estados Unidos y China

WALL STREET VER TODOS

Será noticia

JOSÉ ANTONIO MONTENEGRO