Debilitamiento. El panorama para la economía brasileña se complica.
Recientemente, Moody’s redujo la calificación a la petrolera estatal Petrobras, complicando la situación de la mayor empresa del gigante sudamericano.

Brasil viene registrando una serie de datos nada alentadores. Por un lado, la inflación es de casi 1% en los últimos meses, el nivel de confianza se desploma y las cuentas fiscales empiezan a reflejar el fuerte aumento del gasto del 2014.

Pero no todo queda allí. La amenaza de una restricción de energía eléctrica por una fuerte sequía deteriora más las perspectivas para Brasil. Aunque a inicios de año se esperaba un crecimiento marginal en el PBI, solo dos meses después las perspectivas se han reducido y ahora se prevé una contracción económica para este año.

Si bien el Gobierno de Dilma Rousseff se ha comprometido a restaurar la confianza en la economía brasileña, la tarea es dura, dado que se tendrá que ajustar el gasto y subir impuestos, medidas siempre impopulares a las que también se oponen legisladores de su propio partido. La tarea será más complicada aún dada la caída de la popularidad que ya registra la presidenta.

Una mención especial merece el caso de corrupción en Petrobras. Dada la importancia que tiene para toda la economía brasileña, el desenlace de las investigaciones puede complicar más el desafío del Gobierno de Rousseff. Por ahora, el recorte de inversiones y gasto de Petrobras han de tener un impacto en las empresas vinculadas al importante sector petrolero de Brasil. Pero dentro de poco el caso pasaría a cubrir a políticos involucrados.

En ese contexto, existe el riesgo de que Brasil pueda ver una rebaja de su calificación soberana, más aún si se ve en la obligación de salir a rescatar a la estatal Petrobras. La debilidad de Brasil es una mala noticia para la región, en especial para sus países vecinos, con los cuales mantiene un estrecho vínculo comercial.