(Reuters) El escándalo de corrupción que dejó al borde del abismo al presidente Michel Temer amenaza con enfriar la lenta salida de la recesión de Brasil y con paralizar las reformas promercado en el Congreso, apuntan analistas.
“La economía se resentirá mucho con la actual situación de crisis. Temo un tercer año consecutivo de recesión”, dijo a la AFP Gesner Oliveira, profesor de economía de la Fundación Getulio Vargas (FGV) en Sao Paulo y socio de la consultora GO Associados.
Haciendo eco a las premoniciones pesimistas, la calificadora de riesgos financieros Standard and Poor’s señaló el martes que podría rebajar la nota de Brasil, debido “a la creciente incertidumbre política”.
Temer, de 76 años, declaró el jueves pasado que su gobierno estaba viviendo “su mejor y su peor momento” desde que hace un año reemplazó a la presidente de izquierda Dilma Rousseff, destituida por el Congreso.
“La caída de la inflación, los números de retorno al crecimiento y los datos de generación de empleo crearon esperanzas de días mejores”, dijo el mandatario, en referencia a proyecciones que señalan que Brasil se apresta a superar la peor recesión de su historia (con una contracción de 7.2% de su PBI entre 2015 y 2016).
“No podemos tirar a la basura de la historia tanto trabajo en pro del país”, agregó, atribuyendo esos avances a las medidas de ajuste ya aprobadas -como la congelación del techo de gastos- o en discusión en el Congreso, como la elevación de la edad de las jubilaciones y la flexibilización de la legislación laboral.
Pero si Temer soñaba con entregar un país saneado y en orden a quien resulte elegido en octubre de 2018, su sueño se hizo trizas de la noche del miércoles a la mañana del jueves.
La causa: una grabación en la que se oía a uno de los dueños del gigante de la alimentación JBS, Joesley Batista, contarle algunas granujadas para alejar de sí las investigaciones de la Operación Lava Jato sobre los sobornos en Petrobras.
La Bolsa sufrió un derrumbe de 8,8%, el real se devaluó casi un 8% frente al dólar y desde entonces la prudencia predomina en las operaciones.
Y la coalición en el poder y los mercados -las dos principales bases del impopular mandatario- se mueven con dos preocupaciones: sobrevivir políticamente y mantener las reformas en pie.
Seguir igual, pero sin Temer
La poderosa Confederación nacional e Industria (CNI) publicó este martes un comunicado a página llena en los principales diarios, instando a salvar las reformas pese la situación de “incertidumbres e inestabilidad”, sin mencionar una sola vez a Temer.
“La industria brasileña entiende que no puede haber retrocesos en los avances duramente conquistados en los últimos años. Por eso, el Congreso Nacional tiene que dar continuidad a las reformas estructurales, que son fundamentales para volver a colocar al país en el buen rumbo”, escribe la CNI.
Según Geisner Oliveira, la continuidad de las reformas está en veremos. “En este momento, diría que no tienen chances” de ser aprobadas, afirmó en una entrevista telefónica la noche del domingo.
Si la crisis se supera y las reformas avanzan, este año el PBI podría crecer 0.60%, podrían crearse 150.000 empleos y la tasa básica de interés, actualmente en 11.25%, podría caer a 8.5%, según las proyecciones de Go Associados.
La parálisis de las reformas podría en cambio hundir en PBI en un 1%, dejar a 380,000 trabajadores más en la calle -en un país que ya tiene 14.2 millones de desempleados- y bajar la tasa solamente a 10%.
¿La carta Meirelles?
Según el diario económico Valor, si Temer renuncia o es destituido, “el ‘candidato’ preferido de los profesionales del mercado financiero” es el ministro de Hacienda, Henrique Meirelles, quien estuvo al frente del Banco Central durante los dos mandatos del presidente de izquierda Lula da Silva (2003-2010).
La Constitución prevé que en caso de vacancia de poder en la segunda mitad de un mandato, el Congreso elige a un reemplazante, para completar el periodo.
Meirelles mantuvo el lunes conversaciones con inversores internacionales, para tratar de aplacar sus temores.
Y este martes declaró en una conferencia en Sao Paulo que la política económica se mantendrá “por encima de cualquier otra cosa”.
Meirelles, de 71 años, tendrá que explicar probablemente, antes de asumir el eventual papel de hombre providencial, cuál fue su actuación como presidente (de 2012 a 2016) del consejo de administración de J&F, el grupo que controla JBS, con varios litigios pendientes con la justicia, fuera del que desencadenó la actual crisis.