FECHAS TENTATIVAS. El 6 de noviembre, el director ejecutivo de ProInversión, Javier Illescas, aseguró ante la Comisión de Economía del Congreso que en los últimos dos meses del año se concesionarían 8 proyectos por un valor estimado de US$ 7,456 millones. Naturalmente, estas declaraciones fueron recibidas con escepticismo considerando que hasta octubre, esa entidad solo había logrado adjudicar US$ 2,328 millones. Es decir, se pretendía hacer 3 veces lo hecho en todo el año en tan solo 1/5 del tiempo.
No ha sido una gran sorpresa, pues, que durante las últimas dos semanas, ProInversión -cuyo Consejo Directivo está conformado por los ministros de los principales sectores- haya postergado hasta el próximo año US$ 5,800 millones en inversiones. Del monto anunciado inicialmente, entonces, solo nos quedan US$ 1,656. Y está por verse todavía si para este viernes, fecha prevista por el cronograma, será posible adjudicar el Nodo Energético del Sur, uno de los proyectos más importantes en lo que resta del año.
La explicación más común para estos y otros atrasos por parte de ProInversión es que se debe tomar en cuenta los tiempos que los inversionistas consideran necesarios para preparar sus propuestas. Para el Ministro de Transportes y Comunicaciones, Carlos Paredes, “lo inteligente y lo responsable es postergar las concesiones las semanas que sean necesarias para obtener mejores propuestas”. El problema es que, en cuanto respecta a las concesiones que pasan por ProInversión, las postergaciones se han convertido en la norma.
La pregunta que cabe, entonces, es por qué se presentan cronogramas tan apretados y tan poco factibles. Acá, gran parte de la culpa nace de los ministerios, quienes empujan concesiones por razones políticas sin cumplir siquiera con los estudios técnicos necesarios, planes de expropiación (cuando ameritan) o con el tiempo necesario para que los postores evalúen el proyecto. No obstante, ProInversión es finalmente quien debería definir los plazos y garantizar los requisitos a los ministerios antes de presentar un proyecto.
Las constantes postergaciones no solo le restan seriedad al país, sino que desincentivan el interés de muchos de los postores. Un lujo que no nos podemos dar mientras sigamos con la enorme brecha de infraestructura que tenemos pendiente.