Élites regionales: “Donde no hubo tejido empresarial fuerte, desarrollo quedó en manos de la política”

Entre el 2002 y 2014, el sector político de cuatro regiones se mostró cortoplacista y reafirmó su fragilidad y desorganización, señala el libro Élites Regionales en el Perú en el contexto del boom fiscal.

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El boom fiscal que impactó positivamente a la economía peruana entre el 2002 y 2014 no sentó las bases institucionales para un desarrollo regional y local a largo plazo, pero desnudó las falencias que tenían las élites políticas y empresariales, de cuya coordinación depende el crecimiento económico del país. ¿Qué efectos tuvo esto en ambas élites?

Esta es una de preguntas que se tratan de responder los autores del libro Élites Regionales en el Perú en el contexto del boom fiscal, publicado por la Universidad del Pacífico (y que puede ver aquí). En este se desarrollan los casos de cuatro regiones: Arequipa, Cusco, Piura y San Martín.

En el período señalado, el Perú creció a una tasa promedio de 6.2% anual, una de las mayores tasas de crecimiento (de largo plazo) en 40 años. La ednominada “década dorada” elevó el PBI per cápita del país desde US$ 2,036 en el 2002 hasta US$ 6,392 en el 20125.

Los autores encuentran que en el eje sur, Arequipa y Cusco, tuvieron un crecimiento liderado por la minería, pero en esta última región no correspondió con un aumento de su competitividad regional. Por el norte, regiones como San Martín y Piura tuvieron crecimientos moderados, pero interesantes.

“En las regiones en las que ya existía un tejido empresarial más fuerte, estos empresarios pudieron aprovechar de mejor manera para fortalecer sus negocios, en algunos casos expandirse”, señala Martín Monsalve, historiador empresarial y co-autor del libro.

En el plano político-regional, el boom es una suerte de catalizador de procesos prexistentes, señala Paula Muñoz, co-autora del libro. “Hay factores que ya estaban presentes antes del boom y se exhacerban. Antes del boom, ya teníamos instituciones estatales, estado en general con baja capacidad, precario, deficiencias a nivel subnacional y local. Y uno ve que con el boom eso no mejora”, añadió.

Por regiones
En Cusco, por ejemplo, el sector empresarial se compone principalmente por medianas empresas del sector turismo, pero esta sobreespecialización ocasiona una desconexión entre el empresariado y la región.

En Arequipa, entre 2006 y 2014, se consolida una máquina clientelista organizada que articula al gobierno regional con las organizaciones sociales de la ciudad de Arequipa y la minera Cerro Verde, la cual se desintegró con la salida de Guillén.

“A pesar de la bonanza de recursos, existen dificultades para gestionar los recursos de mejor forma en las regiones”, comenta la autora Paula Muñoz.

En San Martín, el gobierno regional – bajo el mando de César Villanueva y el partido Nueva Amazonía – lideró el proceso de desarrollo regional, pero una vez este fue nombrado primer ministro, no hubo un líder intermedio que asumiera ese rol. Las élites empresariales están débilmente articuladas y divididas geográficamente entre dos ciudades rivales.

En Piura, mostró inicialmente niveles de organización política mayores a los otros casos, pero hoy el nuevo mapa político lo dominan movimientos regionales de corta vida. Presenta un tejido empresarial interesante, pero las firmas son muy pequeñas con relación al Grupo Romero y a las empresas multinacionales que operan en la región.

“En otras regiones tienes un conjunto de pequeños y microempresarios, que no tienen la suficiente fuerza política para llevar a cabo proyectos regionales y por lo tanto tienen que aliarse con el sector politico o con el estatal y a veces esta alianza no funciona de manera adecuada”, añade.

En adelante, ante la falta de ingresos fiscales – que impacta en las transferencias de canon -, “la torta a repartir será más chica”, señala Muñoz. En consecuencia, la relación entre políticos y empresarios “se va a hacer menos fluida, menos intensa”, completa Monsalve.

“Entonces, va a haber una separación (…) “Pero el problema es la institucionalización del sistema político regional. Porque de nada sirve que los empresarios desarrollen grandes planes de desarrollo regional, si luego no se van a poder ejecutar”, indicó Monsalve.

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