El sistema tributario de Estados Unidos es un desastre. Es una combinación autodestructiva de tasas de impuestos bastante altas y generosas exenciones que significan que en realidad se recauda poco dinero.
Es increíblemente complejo: el código de impuesto sobre la renta es tan enredado que Estados Unidos tiene tantos especialistas en impuestos por 1,000 personas como Indonesia tiene médicos. Distorsiona el comportamiento: las firmas estadounidenses tienen por lo menos US$ 1 billón de efectivo escondido en el extranjero para evitar al recaudador de impuestos.
El cambio es difícil, pero no imposible. En 1986, Ronald Reagan y legisladores de ambos partidos demostraron que, con suficiente paciencia, persistencia y voluntad de compromiso, esto puede suceder. Su proyecto de ley redujo las tasas de impuestos y al mismo tiempo amplió la base impositiva a tal punto que no se perdió ningún ingreso.
De hecho, el dinero recaudado de las corporaciones aumentó después de que Reagan firmó el proyecto de ley. Este periódico aclamaría con entusiasmo si el conjunto de principios revelados por la administración Trump el 26 de abril marcara los primeros pasos hacia una significativa reforma tributaria.
La Casa Blanca está dando muchos de los mensajes correctos. Por ejemplo, promete simplificación reduciendo de siete a tres las categorías de impuesto sobre la renta personal y eliminando algunas de las deducciones que distorsionan el comportamiento y agregan complejidad. Promueve la exoneración de impuestos para los trabajadores de ingresos medianos al duplicar el límite del impuesto sobre la renta. Planea reemplazar el enfoque extraterritorial de Estados Unidos, por el cual las ganancias extranjeras están sujetas a los impuestos estadounidenses cuando son repatriadas, con un enfoque territorial más sensato.
Gran parte de esto es bien recibido. Por desgracia, el plan tributario de Trump es solo una táctica de apertura. Hay muchas razones para dudar de que Estados Unidos acabará con un resultado al estilo Reagan.
Para ver por qué, considere primero el impuesto de sociedades. El equipo de Trump quiere reducir la tasa de impuestos corporativos a un 15% desde 35% hoy en día. Pero su afirmación de pagar los recortes con un aumento sostenido en el crecimiento económico es fantasiosa.
El plan no incluye la lucrativa provisión de ajuste de frontera buscada por los republicanos de la Cámara. En su lugar, además de la promesa de un crecimiento más rápido, se basa en un impuesto único sobre los beneficios extranjeros repatriados y la supresión de las deducciones. El problema es que algunas profundas lagunas ya han sido protegidas y otras están propensas a abrirse.
Tomemos, por ejemplo, el deseo de Trump de extender la tasa de 15% a las personas que dirigen pequeñas empresas. Esto haría que aquellas con ingresos altos se disfracen de empresas para beneficiarse de una tasa más baja. La administración Trump cree que puede detener esto, pero la historia sugiere lo contrario.
La imposibilidad de mantener intactos los impuestos para los individuos y las pequeñas empresas fue uno de los errores de la reforma tributaria de 1986, y contribuyó a que el número de “S-corporaciones” (Corporaciones ‘pequeñas’) creciera casi un 500% entre 1980 y el 2002. Más recientemente, Kansas intentó algo parecido a la propuesta de Trump a nivel estatal. Esto llevó a un aumento en la evasión tributaria.
A pesar de la duplicación del límite del impuesto sobre la renta, los cambios propuestos al impuesto personal contienen mucho que es regresivo. El esquema de esta semana incluye grandes obsequios que solo benefician a los ricos.
La tasa máxima del impuesto sobre la renta bajaría de 39.6% a 35%. El impuesto mínimo alternativo, que hace la evasión más difícil, sería desechado. Así como el impuesto de herencia, un cambio que solo beneficia a los que dejan más de US$ 5.5 millones a sus herederos.
Su turno de hablar
Tan solo como ronda de apertura en una negociación, el anuncio de esta semana podría conducir a algo respetable. Para lograr una reforma sensible y duradera, Trump necesita el apoyo de algunos demócratas en el Senado. En un mejor caso esto llevaría a la administración Trump a pensar más en cómo hacer que el plan sea neutral para los ingresos y cómo difundir los beneficios de menores impuestos a la clase media.
El peligro es que esto conduzca a otro lugar completamente distinto: una reducción de impuestos que beneficie principalmente a los ricos y que se pague con más préstamos.