¿Importa el déficit fiscal?

Para Maynardo, los recortes en el gasto en una economía deprimida no hacen más que agravar la depresión. En tanto, Adamo desconfía profundamente de la capacidad del gasto público para reactivar la economía.

Nuestros economistas debaten sobre la afirmación del ministro Thorne, quien ha dicho que “no le preocupa la meta fiscal de este año”. Aquí el diálogo entre Maynardo (M), en favor de ampliar la meta de déficit, y Adamo (A), en contra.
M: El ministro Thorne propondrá un alza en el déficit fiscal para el 2017. ¡Enhorabuena!

A: No hay que poner en peligro la estabilidad macroeconómica que tanto nos costó alcanzar. Es un error tirar por la borda lo ganado en consolidación fiscal y arriesgarnos a perder el grado de inversión, que tiene como elemento clave la sostenibilidad fiscal y el bajo ratio deuda/PBI del país.

M: ¡Ay, Adamo! Tú y el fetiche de la “consolidación fiscal”… Esa idea de que reducir al mínimo del gasto público y mantener el equilibrio de las cuentas públicas nos llevarán a conseguir la confianza de los mercados y un flujo de créditos baratos es pura fantasía. Como dice Paul Krugman, el “hada de la confianza”, que acude al conjuro de la austeridad y los recortes, no aparecerá como por arte de magia. En realidad, el hada no existe y los recortes en el gasto en una economía deprimida no hacen más que agravar la depresión.

A: Desconfío profundamente de la capacidad del gasto público para reactivar la economía. Y no se puede hacer la vista gorda a un déficit fiscal que hay que financiar. Eso de que “el tamaño no importa” no se aplica al déficit.

M: ¿Pretendes que el Gobierno sea austero en medio del peor shock de oferta de los últimos años? ¿Y todo para no generar temores de insostenibilidad de deuda pública?

A: Hay estudios que muestran que la incertidumbre causada por las políticas del New Deal de Franklin Roosevelt extendió la duración de la Gran Depresión.

M: ¡Tonterías! Los inversionistas no están esperando a que los gobiernos “pongan en orden sus casas”, sino que esperan que gasten para crear suficiente demanda agregada para generar nuevas oportunidades de inversión y empleo.

A: ¿Entonces para ti no tiene ningún valor el tener las cuentas fiscales relativamente equilibradas? ¿Tampoco tiene valor que el Perú pueda perder el grado de inversión?

M: La verdad, no creo que por subir medio punto o incluso 1% el déficit fiscal en esta coyuntura de shock de oferta vayamos a poner en peligro la solvencia de las cuentas fiscales y, con ello, el grado de inversión. Más bien, ser austeros en medio del desastre de El Niño, aumentaría el déficit de los próximos años.

A: ¿Cómo así la austeridad va a originar más déficit? Absurdo.
M: Lo que pasa es que si la política fiscal no es expansiva hoy, entonces la actividad económica se contraerá, lo que llevará a menores ingresos fiscales por un buen tiempo. La política de estabilización precisamente consiste en que el sector público gaste cuando el gasto privado se contrae.

A: Pero el déficit no es lonche gratis sino que se financia con mayor deuda que igual hay que pagar. En términos intertemporales, tomar deuda o subir impuestos es equivalente. En ambos casos se extraen recursos al sector privado para cubrir el apetito del sector público, que –como hemos visto hasta la saciedad– es sumamente ineficiente y con alta tendencia al despilfarro.

M: Bajo ese razonamiento mejor disolvamos el sector público. El déficit se puede financiar sin problema porque el país tiene amplio acceso a créditos internacionales de 20 o 30 años a tasas bajas. Me haces recordar a Jean-Claude Trichet, el expresidente del Banco Central Europeo, cuando en plena crisis en Europa abogaba por la austeridad fiscal diciendo: “Políticas inspiradoras de confianza fomentarán y no obstaculizarán la recuperación económica”. Y hemos visto el evidente fracaso de las políticas de austeridad en Europa.

A: A lo que voy es a que esa “demanda agregada” de la cual hablas no debe provenir del gasto público –vía déficit fiscal– sino que se debe promover que sea el propio sector privado el que gaste en la reconstrucción.

M: Suena bonito, pero lo cierto es que en esta coyuntura es harto difícil que el gasto privado sea la locomotora de la economía. De hecho, el MEF parece compartir tu visión porque en el primer trimestre del 2017, no solo ha seguido cayendo la inversión pública sino también el gasto corriente. Preocupa sobremanera que se haya gastado menos en mantenimiento de infraestructura. Muy malo…

A: Es obvio que tiene que pasar el diluvio para proceder al mantenimiento. Además, como dice Luis Alberto Arias, esta baja ejecución no solo se da en el gasto corriente sino también en el gasto de capital, y no es por recorte presupuestal sino por incapacidad del Gobierno. Ante esta incapacidad de gastar –rápido y bien–, ¿cómo pretendes que sea el mayor déficit un dinamizador de la economía?

M: Dos ideas.

A: Dispara.

M: Obras por impuestos. Es una manera ingeniosa de usar recursos públicos, pero con la eficiencia del sector privado que ejecutaría las obras. De esta manera nos quitamos de encima a la Contraloría y al marco de compras del Estado, que son una mochila muy pesada en esta coyuntura en que se requiere gastar rápido y bien.

A: Te la compro. ¿Y la otra?

M: La otra es más atrevida: transferencias directas a los damnificados, como en Alaska con el canon petrolero. Esto lo propuso en su momento PPK para el canon minero. Podría adaptarse a las presentes circunstancias. Nadie sabe gastar mejor que los propios afectados, ¿no crees?

A: Impracticable, peligroso y contraproducente.

M: Lo que propongo es que se reparta dinero, contante y sonante, a todos los pobladores que figuran inscritos en cada distrito en emergencia (según el padrón electoral), para que ellos mismos gasten en la reconstrucción de sus casas, cultivos, etc. Es el “reparto con helicóptero” de Friedman en versión moderna. Déficit público pero gastado directamente por los privados.

A: Impracticable por la migración: la gente registrada no vive necesariamente ahí. Las filtraciones serían inmensas. Además, creo que sería un pésimo precedente. Regalar plata a la gente no puede considerarse jamás una buena política pública.

M: Parece que no nos entendemos…

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