Ford Fusion: caída de 37%. Chevrolet Malibu: caída de 36%. Toyota Prius: caída de 29%.
Como sugieren estas desalentadoras cifras, la industria automovilística de Estados Unidos recibió una ingrata sorpresa el mes pasado por lo rápido que los sedanes han perdido su atractivo para los estadounidenses, que ahora prefieren los vehículos utilitarios deportivos más espaciosos.
Los modelos familiares mixtos, o crossovers, pueden ser más rentables, pero el veloz cambio está causando dolores de cabeza.
La brusca transformación del gusto del consumidor es sólo una de las fuerzas —junto con el desplome de los valores de los autos usados y un repliegue en los préstamos de alto riesgo para la compra de automóviles— que están cambiando la ecuación para los fabricantes en momentos en que el presidente Donald Trump insiste en que la industria construya nuevas plantas y aumente la contratación de personal.
Eso será difícil de conseguir: un exceso de vehículos nuevos y usados en el mercado ha provocado una batalla de incentivos, lo cual significa que lo último que las empresas necesitan son nuevas líneas de producción.
Se suponía que las entregas en todo el sector en marzo mostrarían un repunte después de pequeñas caídas en enero y febrero. Pero el ritmo de ventas anualizado, con arreglo a tendencias estacionales, se moderó de 16.7 millones un año antes a 16.6 millones de vehículos, según la firma de investigación Autodata los analistas habían proyectado que el ritmo se aceleraría a cerca de 17.2 millones.
Los fabricantes de automóviles marcaron un récord en Estados Unidos el año pasado con la venta de 17.6 millones de vehículos.
“Espero una desaceleración desde hace algún tiempo”, dijo David Whiston, analista de Morningstar. “No debería ser una sorpresa. Una vez que se llega al apogeo de las ventas, parece que sólo hay malas noticias por delante”.
Los grandes descuentos no han estimulado la demanda de modelos como el Chevrolet Malibu, de General Motors, y el Fusion, de Ford Motor, que están siendo superados por crossovers, los cuales se han convertido en el nuevo vehículo familiar estadounidense favorito. El sedán Toyota Prius continuó su bajón a pesar de una renovación completa a fines de 2015 que mejoró el andar del discreto modelo.
Si bien las ventas de la industria probablemente no caigan mucho —han bajado 1.5% hasta marzo— las ganancias podrían descender según los fabricantes de automóviles reduzcan la producción.
Trump tendrá dificultades en conseguir las nuevas inversiones que está exigiendo, aun cuando la confianza del consumidor sea sólida y el desempleo, bajo.
“No se van a ver nuevas plantas en Estados Unidos”, dijo telefónicamente Mark Wakefield, que se encarga de la sección automovilística de la firma consultora Alix Partners. “El mercado pasó de una fuerte demanda a una fuerte oferta. No vemos que repunte a partir de ahora”.
GM ya ha hecho recortes desde finales del año pasado en plantas de automóviles de pasajeros en Michigan y Ohio, despidiendo a más de 3.000 de los trabajadores que construyen los compactos Chevy Cruze y los sedanes Impala.
En enero, Ford canceló planes de construcción de una fábrica de US$ 1,600 millones en México, después de decidir que no necesitaba aumentar la producción de los compactos Focus.