Uno a uno, los prejuicios están cayendo en Occidente. La gente puede tener sospechas escondidas de que la raza, género o sexualidad de otras personas las hace inferiores, pero decirlo abiertamente es completamente tabú. Si bien la mayoría de discursos prejuiciosos se convierten en el dominio de criticones anónimos en redes sociales, una antigua tensión sigue siendo importante. Basta con preguntarle a una persona sin hijos.
No están sujetos a impuestos especiales, como lo estaban en la Rusia soviética; ni son expulsados de sus hogares, como todavía pasa en algunos países pobres. Sin embargo, las personas sin hijos sufren muchas críticas. “No tener hijos es una elección egoísta”, ha insinuado el Papa Francisco, tal vez olvidando lo que dice la Biblia sobre la paja y la viga.
Otros señalan que las personas sin hijos no están produciendo los futuros trabajadores que pagarán por sus pensiones. Los políticos sin hijos son acusados de no tener una participación adecuada en la sociedad. “¡Nos habla del futuro, pero no tiene hijos!”, se quejó Jean-Marie Le Pen, cofundador del Frente Nacional, sobre Emmanuel Macron, quien ganó la presidencia francesa. Ataques similares contra Theresa May y Angela Merkel también fracasaron, pero los investigadores encuentran que muchos votantes concuerdan en silencio.
Las acusaciones contra las personas sin hijos deben ser rechazadas, junto con otras calumnias sociales. En muchos países ricos, entre 15% y 20% de las mujeres, y una proporción ligeramente superior de hombres, no tendrán hijos. La cuota está aumentando. Algunos tienen problemas médicos; otros no conocen a la persona adecuada a tiempo; otros deciden que no los quieren. La caída de los recuentos de esperma en países ricos también puede jugar un papel. Cualquiera que sea la causa, los ataques contra las personas sin hijos carecen de fundamento.
Si los que no se reproducen son egoístas, tienen una forma extraña de mostrarlo. Son más propensos a crear fundaciones de caridad que las personas con hijos, y mucho más propensos a legar dinero a buenas causas. Según una estimación estadounidense, el simple hecho de no tener hijos eleva la cantidad que una persona deja a la caridad por un poco más de US$ 10,000. Los que no tienen hijos son, por lo tanto, un pequeño pero útil contrapeso para los padres del mundo, que perpetúan la inmovilidad social trasladando sus ventajas sociales y económicas a sus hijos.
El hecho de que tantos políticos de alto nivel carezcan de descendencia debe acabar con la idea de que no les interesa la sociedad. Cinco de los países del G7 están dirigidos por hombres y mujeres sin hijos. Macron, May, Merkel, Shinzo Abe y Paolo Gentiloni tienen sus defectos, pero no son notablemente menos capaces que Justin Trudeau (quien tiene tres hijos) y menos aún Donald Trump (quien tiene cinco). Sus oportunidades para el nepotismo son limitadas. Y libran a sus países del espectáculo de una política dinástica, que puede conducir a la mediocridad. El BJP en la India tiene un futuro más brillante porque Narendra Modi no tiene hijos; como prueba, mire lo qué le ha sucedido al partido del congreso.
Cosa de niños
La acusación de que las personas sin hijos no cumplen su parte demográficamente es correcta, pero es menos condenatoria de lo que parece. Los que no tienen hijos ejercen presión sobre los sistemas públicos de pensiones. Ante el deterioro de la proporción de trabajadores y pensionistas, los gobiernos tienen que hacer cosas impopulares, como hacer las pensiones menos generosas, como ha hecho Japón, o aceptar más inmigrantes, como han hecho algunos países occidentales.
Pero para sostener las pensiones públicas a largo plazo, los países en realidad no necesitan más padres. Lo que necesitan en su lugar es más bebés. Es posible combinar una alta tasa de falta de hijos con una alta tasa de natalidad, siempre que las personas que se convierten en padres tengan más de uno o dos hijos. Ese fue el patrón en muchos países occidentales hace un siglo. Irlanda, otro país con un líder sin hijos, todavía lo maneja hoy.
Las personas sin hijos también hacen un favor a todo el mundo creando maravillosas obras de arte. Los novelistas británicos han sido especialmente propensos a no tener progenie: como Hilary Mantel, P.G. Wodehouse y las hermanas Brontë. En septiembre, Inglaterra pondrá a Jane Austen en su billete de diez libras. Esa decisión ha sido controvertida, aunque es difícil ver por qué. Pocas personas han escrito con tanta astucia acerca del dinero o de las familias, a pesar de que Austen no se casó y no tuvo hijos.