No hay otros dos países que están haciendo más para presionar la estructura del comercio moderno que Estados Unidos y Gran Bretaña. El presidente Donald Trump quiere reescribir los términos de las relaciones comerciales de Estados Unidos con todos, desde México hasta Corea del Sur. Después de la votación para salir de la Unión Europea, Gran Bretaña tiene que negociar nuevos acuerdos comerciales con la UE y diversos países en el mundo.
El tono de ambos sobre el comercio es diferente: uno quiere poner a “Estados Unidos Primero”, el otro crear un “Reino Unido global”. Pero ambas visiones se basan en la idea de lograr acuerdos bilaterales rápidos, y cada uno ha identificado al otro como el socio perfecto. En una reunión de los líderes del G20 este mes, Trump habló de un “acuerdo poderoso, excelente para ambos países”, que se haría “muy, muy rápidamente”.
El 24 de julio, Liam Fox, secretario de Comercio Internacional de Gran Bretaña, se reunió con sus homólogos estadounidenses para iniciar conversaciones sobre un acuerdo post-Brexit. Un día más tarde, el presidente tuiteó su entusiasmo: “Trabajando en importante acuerdo comercial con el Reino Unido. Podría ser muy grande y emocionante. ¡TRABAJOS!”
Un acuerdo entre Gran Bretaña y EE.UU. sería una cosa buena en principio. Los aranceles ya son bastante bajos, aunque Trump puede tener su mira puesta en un arancel del 10% para los automóviles importados de EE.UU. Pero las diferencias en las normas y estándares impiden el flujo de bienes y servicios, por un valor de US$ 227,000 millones en 2016, entre los dos países. Sin embargo, en la práctica, Trump y, sobre todo, los ‘Brexiteers’ sufren de varios delirios profundos.
El primero tiene que ver con la velocidad. El deseo de Trump de avanzar rápido está muy bien, pero ningún acuerdo puede hacerse sin la palabra del Congreso. La legislatura estadounidense ya le ha frenado los planes de renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), y un acuerdo con Gran Bretaña no está en su agenda.
Mucho más dificultoso son las restricciones para Gran Bretaña, su gobierno no está legalmente autorizado a firmar nada hasta que abandone la UE. Fox puede dar vueltas en todo el mundo tanto como quiera, pero no puede haber verdaderas negociaciones con terceros países antes de que Gran Bretaña haya definido temas tan fundamentales como su participación en una unión aduanera con la UE.
La política también frenará las cosas. Trump parece tener poca comprensión de que otros países tienen votantes; como lema, “EE.UU. Primero” tiende a resonar menos con los ciudadanos no estadounidenses. Los ‘Brexiteers’ han sido igualmente complacientes con lo que el público británico está dispuesto a aceptar para hacer nuevos tratos. Fox pasó gran parte de la semana pasada evitando preguntas sobre si Gran Bretaña pondría fin a su prohibición del pollo clorado para satisfacer a los agricultores de Estados Unidos.
Un segundo delirio común para ambos países se refiere al valor del bilateralismo. Las grandes barreras al comercio son reglamentarias: para el comercio entre EE.UU. y la UE en su conjunto, las diferencias en las normas sobre negocios y servicios financieros tienen un efecto de amortiguación del comercio equivalente a un arancel del 30%. En general, la forma más eficaz de desmantelar estas barreras es armonizando las reglas, no multiplicándolas. En algunos casos, Gran Bretaña tendrá que elegir entre un comercio más libre con Estados Unidos y un acceso sin obstáculos a Europa.
Por ejemplo, si Gran Bretaña se apartase de las normas de la UE en un acuerdo con Estados Unidos sobre alimentos genéticamente modificados, se arriesgaría a controles aduaneros más estrictos con Europa, incluso en la frontera con Irlanda. Un acceso más limitado a la UE también disminuiría su atractivo para Estados Unidos. Hasta que Gran Bretaña se haya asentado en una nueva relación reguladora con la UE, lo que podría parecer una negociación bilateral será en la práctica multilateral.
No cuente sus pollos clorados
Finalmente, ambas partes parecen haberse olvidado de lo importante que es la geografía para el comercio. La UE representa el 44% de las exportaciones de Gran Bretaña, Estados Unidos sólo el 19%. Los economistas han estimado que un Brexit duro reduciría las exportaciones a la UE en un 25%. Para compensar esta pérdida, los envíos a EE.UU. tendrían que subir en un improbable 58%. Del mismo modo, sería extraño que Estados Unidos diera prioridad a Gran Bretaña dada la renegociación del TLCAN. Sobre Gran Bretaña, Trump dice que “no hay país que pueda estar más cerca que nuestros países”. Las firmas estadounidenses, cuyas cadenas de suministro se entrelazan a través de Canadá y México, podrían discrepar.
Mucha gente en Gran Bretaña y EE.UU. entiende todo esto, por supuesto. Es conveniente para Trump y los ‘Brexiteers’ demostrar que tienen opciones de socios comerciales. Pero los hechos inconvenientes son estos: los acuerdos comerciales toman tiempo y tienen mayor impacto cuando involucran muchos países o los que están justo al lado. Un acuerdo entre el Reino Unido y los Estados Unidos no es ni inminente ni una prioridad.