Usted ni se imagina qué motores y qué razones mueven la economía

En la década de 2000, las historias de gente que se enriquecía comprando y vendiendo casas alimentó una creencia de que los precios inmobiliarios subirían siempre en Estados Unidos .

(Bloomberg).- ¿Los humanos actuamos en gran medida racionalmente, o las historias y los rumores pueden desviar de su curso toda una economía? Últimamente, los economistas están reconociendo cada vez más que los relatos cuentan.

A comienzos de la década de 1920, Estados Unidos experimentó una contracción económica brutalmente fuerte, en la cual la inflación se transformó rápidamente en deflación y las correlaciones de precio-ganancia de las acciones cayeron hasta mínimos en 50 años.

En su libro “Monetary History of the United States” (“Historia monetaria de Estados Unidos”), los economistas Milton Friedman y Anna Schwartz le echaron la culpa a una Reserva Federal poco experimentada, que había aumentado abruptamente su tasa de descuento por 1 punto porcentual.

En un discurso reciente, Robert Shiller, economista de la Universidad de Yale, propuso otra explicación. Circulaban rumores de que la revolución comunista en Rusia se extendería pronto a Estados Unidos, y los diarios advertían que la especulación asociada a la Primera Guerra Mundial pronto daría lugar a una caída de los precios.

Por ende, es plausible, sostiene Shiller, que éstos y otros relatos propagaran incertidumbre económica, desalentando el gasto en consumo y la inversión empresarial.

Shiller plantea argumentos similares con respecto a la Gran Depresión y la crisis financiera de 2008. En la década de 2000, las historias de gente que se enriquecía comprando y vendiendo casas alimentó una creencia de que los precios inmobiliarios subirían siempre.

El sector financiero desempeñó un papel importante favoreciendo el desarrollo de la epidemia de opinión y aprovechándola para sus propios fines. Pero los banqueros no habrían podido generar la burbuja sin la ayuda de los signatarios de hipotecas que creyeron el relato.

Shiller ha sido desde siempre uno de los pocos economistas que tomó seriamente el papel de los “espíritus animales” que mueven la opinión de la masa. Lo que cambia en su nuevo trabajo – referido a lo que él denomina la “economía de relato” – es la idea de que las historias se mueven más o menos como agentes infecciosos, siendo algunos mucho más contagiosos que otros, y que un enfoque epidemiológico podría ayudarnos a entender mejor sus movimientos.

La información necesaria para hacerlo empieza a estar disponible; por ejemplo, a partir de análisis textuales de las noticias y los medios sociales.

El trabajo de Shiller ilustra un argumento más abstracto planteado recientemente por el sociólogo Jens Beckert del Max Planck Institute for the Study of Societies.

A diferencia de economistas que suponen normalmente que la conducta humana es impulsada por expectativas racionales, Beckert sostiene que las personas actúan en base a “expectativas ficticias”, suposiciones informadas respecto del futuro, fundadas en parte en los relatos imperantes y las creencias de otros.

Las personas no son ni racionales ni irracionales, sino algo intermedio. Aprenden lo que pueden del mundo social que los rodea, aunque a veces se vean arrastradas, consecuentemente, al error. Esta idea de “aprendizaje social” se estudia comúnmente en biología, pero ha sido en gran medida desdeñada en economía.

Se trata de opiniones académicas sobre ideas que están desde hace tiempo en el aire. Por ejemplo, Robert Prechter, ex analista de Wall Street, publicó una serie de libros perspicaces --últimamente, “The Socionomic Theory of Finance” (“La teoría socionómica de las finanzas”) -- sosteniendo que son los estados de ánimo, aun los inconscientes, los que mueven los mercados financieros, no al revés.

Es un punto de vista que revierte nuestra idea común sobre la causalidad, y lleva tiempo acostumbrarse, pero está prendiendo.

Quizá sea bueno que la fuerza de las historias esté ganando un mayor reconocimiento durante la era de Donald Trump , quien ascendió a la presidencia gracias, en gran parte, a un desdén absoluto por la realidad objetiva. Como bien reconoce Shiller, Trump es “un maestro del relato”. Esperemos que no resulte ser desastroso.

Mark Buchanan

Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.

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