Miguel Cardoso
Economista jefe de BBVA Research para España
-Cambia la dirección del viento-
De acuerdo a Daniel Kahneman, premio Nóbel de economía, “la suerte juega un papel importante en todas las historias de éxito”. Uno de los ejemplos que Kahneman utiliza es el de la supuesta “maldición” que se cierne sobre algunos deportistas, una vez que aparecen en la portada de revistas importantes o de videojuegos.
En estos casos, es conocido que el año posterior, su rendimiento tiende a empeorar, probablemente porque parte de la atención que generaban no tenía que ver con su habilidad, sino con un poco de suerte.
Lo mismo pasa con las contrataciones de los clubes de fútbol poco después de un mundial: Una actuación puntualmente buena en un escaparate como ése ha supuesto contratos de cuantía significativa, para jugadores cuyo rendimiento después no ha estado a la altura.
En cierto sentido, la economía española había sufrido de “mala suerte”. En amagos de recuperación anteriores, la falta de instituciones adecuadas para hacer frente a los problemas en Europa, junto con políticas monetarias y fiscales poco coincidentes con la posición cíclica de la economía impidieron que se consolidara un crecimiento similar al que se había producido después de crisis anteriores.
Sin embargo, existen diversos factores que parecen estarse alineando hacia delante en favor de la economía española y que probablemente lleven a que durante los próximos trimestres los economistas vayamos revisando al alza nuestras estimaciones de crecimiento para 2015.
Por un lado, en contra de lo que se esperaba, la actividad se ha mostrado bastante resistente a la falta de crecimiento sólido en el resto de la UEM, en parte gracias a la solidez de las exportaciones, impulsadas más que por el aumento de la demanda, por el crecimiento de la inversión en maquinaria y equipo y la ganancia de cuota de mercado.
Afortunadamente, los primeros datos de 2015 señalizan que la actividad mejora en Europa y que estaríamos en el inicio de un proceso de moderada aceleración del crecimiento.
De esta manera, si con la demanda estancada en nuestro principal socio comercial se ha podido aumentar la presencia en los mercados externos, esta tendencia se debería potenciar con una Europa en expansión.
Asimismo, por primera vez desde cuando menos 2010, tanto la política monetaria como la fiscal tendrán un sesgo más acorde con la posición cíclica de la economía.
Respecto a la primera, las medidas tomadas por el Banco Central Europeo han sorprendido positivamente, y han tenido ya un impacto sobre el tipo de cambio del euro frente al dólar.
Igualmente, la reducción de los tipos de interés libres de riesgo, junto con la restructuración y saneamiento por la que ha pasado una parte del sistema financiero español, impulsarán la competencia entre los proveedores de crédito, disminuyendo el coste de la financiación.
Por último, la caída del precio del petróleo beneficiará a economías como la española, netamente importadoras, liberando renta a las familias y a las empresas, que será destinada para continuar el proceso de desapalancamiento y para incrementar la demanda por bienes y servicios.
Por lo tanto, mientras que en el pasado una moneda fuerte, la fragmentación del sistema financiero europeo y los costes de transporte suponían déficits de competitividad frente al resto del mundo, durante los siguientes trimestres lo contrario debería ser verdad.
Respecto a la política fiscal, los esfuerzos que se hicieron durante los últimos años, permitirán ahora que sin implementar medidas adicionales, la recuperación sea suficiente para reducir el desequilibrio en las cuentas públicas, cuando menos para cumplir los objetivos a los que se ha comprometido el país.
En todo caso, vale la pena recordar, que como con los deportistas, cuando tenemos una muestra suficiente de su desempeño, el impacto de la suerte tiende a reducirse y la evolución de la economía se explica por la fortaleza de los fundamentales.
Este año, por el momento, los vientos son de cola y hay que aprovecharlos. Sin embargo, no hay garantías de que esto permanezca, ya que riesgos de distinta índole (geopolíticos, internos y externos) planean sobre el cielo de la economía española.
Por lo tanto, este tiempo debería de servir para impulsar medidas que pudieran sostener el crecimiento en los niveles que ahora observamos una vez que el viento cambie de dirección.