Por qué los hombres viriles deben asumir más trabajos femeninos

Una población más rica, mejor educada y de mayor edad ha permitido que florezcan los servicios profesionales y empresariales y ha aumentado la demanda de aquellos dedicados a distintos tipos de cuidado y ayuda.

(Foto: Bloomberg)
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(Bloomberg View).- Donald Trump quiere que Estados Unidos produzca cosas. Durante la campaña, prometió que el ensamblado de los iPhone se haría en los Estados Unidos. Más recientemente, amenazó con tomar represalias contra cualquier empresa que trasladara puestos de trabajo al exterior. Si realmente quiere ayudar a sus seguidores, sin embargo, debería pensar dos veces sobre qué tipos de trabajos promocionar.

La generación de Trump ha visto cómo las fábricas quedaron reducidas a una pequeña parte de la economía estadounidense. Casi la mitad de los empleos en el sector privado durante las décadas de 1940 y 1950 se dedicaban a la producción de bienes. Hoy en día menos de uno entre seis realiza eso.

El sector de los servicios ha más que compensado las pérdidas. Una población más rica, mejor educada y de mayor edad ha permitido que florezcan los servicios profesionales y empresariales y ha aumentado la demanda de aquellos dedicados a distintos tipos de cuidado y ayuda.

Durante los últimos 20 años, el sector de los servicios centrados en la educación y a la salud ha agregado nueve millones de empleos, mientras que la manufactura de productos se ha reducido en cinco millones.

El problema es que los nuevos puestos de trabajo están de una manera desproporcionada cubiertos por mujeres. A partir del 2015, los hombres ocupaban solo 23% de los empleos del sector privado en educación y servicios de salud, en comparación con el 73% en el rubro manufactura. Los hombres poco calificados no parecen querer trabajos en la industria de los servicios.

Mientras que la fabricación de artículos ha declinado, también lo ha hecho la participación de los hombres sin título universitario en la fuerza laboral. Hoy, solo el 83% de los hombres en edad activa con título secundario o inferior está empleado o busca trabajo. En 1964, el porcentaje era del 97%.

Quienes se adaptaron y se procuraron más educación han hecho bien. La tasa de desempleo de los graduados universitarios es de un mero 2.3% y el 94% de los hombres en edad activa y con educación terciaria están empleados.

También ganan mucho más: La diferencia entre los salarios de los graduados de la universidad y de la escuela secundaria nunca ha sido más grande.

Los expertos en políticas como yo nos hemos preguntado por qué no es mayor el número de trabajadores menos cualificados que se adapta. ¿Por qué no cuidan de sus hijos cuando están sin trabajo? ¿Por qué no aceptan trabajos como asistentes en trabajos del hogar? ¿Por qué no se inscriben para obtener un título en enfermería?

Un problema es que estas ocupaciones están en conflicto con la noción de masculinidad. Requieren sentarse, cuidar, comunicarse, a diferencia de trabajar con máquinas grandes.

Trump representa una visión de la masculinidad que quienes abrazan la economía moderna ya han abandonado. Él apela a personas que quieren volver a un mundo en el que los hombres puedan ser hombres.

No ganó porque la economía es débil (no lo es). Ganó en parte porque prometió devolvernos a un tiempo en que los hombres eran fuertes y ocupaban puestos de trabajo viriles.

El desafío para los hombres es mucho mayor que aquel que las mujeres enfrentaron en los años sesenta y hasta los ochenta, cuando ingresaron en gran número a la fuerza laboral.

El nuevo papel de la mujer chocaba con las normas sociales en torno a la feminidad, pero ellas pudieron fusionar ambos roles. (¿Se acuerdan de: “Puedo traer a casa el tocino, y ponerlo a freír en la sartén”?).

Por el contrario, a los hombres se les pide que se dediquen a funciones tradicionalmente femeninas en el trabajo y en el hogar, incluyendo ayudar con la cocina y el lavado de la ropa.

Nuestra economía ha evolucionado y seguirá evolucionando hacia trabajos que requieran menos fuerza y más amabilidad. A pesar de las promesas de Trump, no es posible volver a atrás en el tiempo.

El comercio no es la única razón por la que hacemos menos cosas; el desarrollo tecnológico ha también eliminado muchos de los viejos trabajos de fabricación.

Al alentar a los hombres a aferrarse a trabajos que ya no van a volver, Trump está prestándoles un mal servicio. La tarea más importante y difícil es darse cuenta de cómo cambiar la cultura de forma tal que les permita ejecutar los trabajos del futuro.

Con otras palabras, si Trump realmente quiere conseguir que más estadounidenses trabajen, tendrá que hacer algo que lo saque de su zona de confort: hacer que las tareas femeninas les resulten atrayentes a los hombres viriles.

Por Betsey Stevenson

Esta columna no refleja necesariamente la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus propietarios.

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