José Rommel Umano, originario de Filipinas, se mudó a Nueva York el pasado otoño. Llegó con una visa de reunificación familiar para estar con su esposa, que había estado viviendo en Estados Unidos por algún tiempo. Esta es una historia típica: a la hora de considerar las solicitudes de inmigración, Estados Unidos da más relevancia a los familiares cercanos que algunos otros países ricos.
Más sorprendente aun es que Rommel Umano llegó con una maestría de la Universidad de Tokio y 20 años de experiencia como arquitecto en Japón. Sin embargo, resulta que esto también es típico. Casi la mitad de todos los inmigrantes que llegaron entre el 2011 y 2015 tenían estudios universitarios. Este es un nivel “desconocido” en Estados Unidos, dice Jeanne Batalova, coautora del documento que contiene el hallazgo publicado por el think-tank Migration Policy Institute (MPI).
Una de las muchas órdenes ejecutivas de Donald Trump pidió a los Departamentos de Trabajo, Justicia y Seguridad Nacional examinar las normas de inmigración. El presidente, cuya hostilidad a los migrantes ilegales es bien conocida, también ha dicho que le gustaría cambiar los criterios para elegir a los legales, señalando a Canadá o Australia como modelos a seguir por Estados Unidos. En 1967, Canadá se convirtió en el primer país en implementar un sistema de puntos para la inmigración; Canadá y Australia ahora dan prioridad a los posibles migrantes con títulos, experiencia laboral e inglés fluido (y, en Canadá, francés).
Algunos de los asesores del presidente piensan que este sistema más duro es mejor que el enfoque centrado en la familia de Estados Unidos. El condenado proyecto de ley de inmigración del 2013 que murió en la Cámara de Representantes también reflejó un entusiasmo generalizado por un sistema basado en puntos.
Dos cosas deben moderar este entusiasmo. En primer lugar, Canadá y Australia han concluido que los sistemas de solo puntos no funcionan bien. Una parte sorprendentemente alta de la gente admitida de esta manera terminó desempleada. Ambos países han cambiado entonces sus criterios de inmigración para que los solicitantes que tienen ofertas de trabajo aseguradas puedan tener preferencia. En segundo lugar, los migrantes que se trasladan a Estados Unidos para unirse a sus familiares se han instruido mucho mejor.
De los más de 1 millón de nuevos titulares de green card (o residentes permanentes) en el 2015, el año más reciente con números disponibles, casi la mitad eran parientes inmediatos de ciudadanos. Un 20% más ingresó a través de preferencias dadas a otros miembros de la familia. Eso dejó a sólo el 14% que fueron patrocinados por empresas, aproximadamente la misma proporción que entró por primera vez en el país como refugiados o solicitantes de asilo (otro 5% eran ganadores de la lotería). A pesar de este sesgo hacia las familias, la proporción de inmigrantes que llegaron con algún título ha aumentado del 27%, para los que llegaron entre 1986 y 1990, a casi la mitad ahora.
Estados Unidos no es el único país rico que ha registrado tal aumento. Según la OCDE (un club de países en su mayoría ricos), el número de migrantes con educación universitaria que se dirige a los países miembros creció en un 70% entre el 2001 y 2011. Los recientes migrantes a Estados Unidos tienen la misma probabilidad de estar altamente instruidos como los que se trasladan a Europa. Aun así, se quedan muy por detrás de Australia y Canadá.
El resultado es que Estados Unidos ha cambiado de importar personas que, en promedio, son menos instruidas que los ciudadanos oriundos a personas que están mejor educadas. La mayoría de los estados ganaron en poblaciones de inmigrantes con estudios universitarios entre el 2010 y 2015. Los inmigrantes eran más cultos que los estadounidenses en 26 estados. “Este cambio ha pasado desapercibido por la población más amplia y los responsables políticos”, opina Batalova del MPI.
Muchas personas tienen una noción anticuada de quiénes son los inmigrantes, combinándolos con los indocumentados. El número de inmigrantes indocumentados ha estado cayendo, pero incluso es más probable que tengan un título en estos días: el MPI calcula que una quinta parte de los inmigrantes graduados son indocumentados. Casi un tercio de los refugiados tienen al menos un título.
Una dificultad que enfrentan incluso los migrantes instruidos es que los empleadores no siempre reconocen los títulos y la experiencia en el extranjero. Los requisitos de acreditación y las regulaciones anticuadas también hacen daño. Upwardly Global, una organización benéfica que ayuda a los inmigrantes cualificados a traducir sus currículos para Estados Unidos, cita el ejemplo de un ex doctor de Médicos Sin Fronteras de Botswana que trabajaba como camarero hasta que recibió ayuda para navegar por el sistema.
En cuanto a Rommel Umano, a pesar de sus años como arquitecto y dos títulos universitarios, le costó trabajo encontrar empleo en su profesión en Estados Unidos. Como necesitaba dinero, tomó un trabajo cargando cajas en un almacén de Nueva Jersey a dos horas de su casa en el Bronx. Upwardly Global mejoró su CV y lo preparó en entrevistas de ensayo antes de ponerlo en contacto con su actual empleador, una empresa de construcción. Allí, él dice que el trabajo es bastante similar a lo que hacía en Japón.