César Antúnez de Mayolo
Profesor de la Escuela de Postgrado – UP
Usted lleva algunos años reportándole al mismo jefe y la relación que tiene con él es buena. Sin embargo, hay algunos asuntos en los que necesita específicamente su autorización para temas que podría decidirlos usted mismo, por ser de naturaleza cotidiana o en los cuales solo basta aplicar sentido común.
Por el “peso” que tiene su jefe, solo bastará su OK para que nadie cuestione la decisión. En contraste, si usted propone el mismo tema sin ese visto bueno, muchos opinarán distinto.
Si bien la mayor jerarquía de su jefe es un respaldo para usted, a fin de mejorar el nivel de servicio, muchas otras veces estar a la espera de un visto bueno, traba ciertos procesos y su propio trabajo.
¿Acaso en aspectos específicos uno no puede decidir y hacer que las cosas “fluyan”? ¿No se convierte su jefe en un gerente de vistos buenos? ¿No incrementa ello la burocracia? ¿Será necesario cambiar procedimientos?
El “OK-ismo” jerárquico
Una regla no escrita en la “escuela antigua” de la administración aconsejaba esperar la opinión de personas con más experiencia o nivel jerárquico que uno mismo.
En dichos contextos, la opinión de una persona de jerarquía más baja vale menos. Sin embargo, con la administración moderna, las nuevas generaciones van viendo a sus jefes no como personas “infalibles” o “irrefutables”, sino como gente de carne y hueso, a quienes se les puede abordar asertivamente.
Consecuencias
Muchas veces, las cosas quedan recurrentemente en stand by cuando el jefe tiene poco tiempo disponible, pero la situación será más patética cuando el VB del jefe no agrega valor al proceso.
En dichas situaciones, la espera desespera y un empleado con potencial y sin autonomía no desarrollará su criterio y, muy probablemente, terminará renunciando.