A nuestro equipo directivo: Cuando ayer salí de la Casa Blanca, después de otra mesa redonda de dos horas con el presidente, mi instinto me decía que era hora de poner en marcha un “plan C” para esta gran compañía.
El boxeador Mike Tyson tuvo razón cuando dijo que “todo el mundo tiene un plan hasta que recibe un golpe en la boca”. Pero Winston Churchill también la tuvo cuando opinó que “los planes tienen poca importancia, pero la planificación es esencial”. A nuestros inversores, clientes y 131,000 empleados a nivel mundial, les debemos tener un reajuste.
Hace un año estábamos siguiendo el plan A. Esperábamos que Hillary Clinton ganara las elecciones y que los negocios estadounidenses continuaran como lo han hecho desde la crisis de las hipotecas subprime, lo que significa un crecimiento lento y mucha burocracia pero fronteras abiertas y ganancias récord que podríamos devolver a los accionistas como dividendos y recompras. Juntos, nuestra firma y nuestros pares del índice S&P 500 hemos estado desembolsando US$ 1 billón al año, mucho más de lo que invertimos.
Después del 8 de noviembre, cambiamos al plan B. Durante unos meses parecía que un Congreso dirigido por republicanos y la Casa Blanca podrían generar una amplia desregulación y reformas tributarias para liberar la economía, al igual que en la era Reagan. Desempolvamos planes para aumentar la inversión en un quinto e incrementar las contrataciones en EE.UU. Al igual que la mayoría de las empresas, cargamos la pistola pero no tiramos del gatillo. Fue una gran decisión.
Ahora está claro que la disfunción en la Casa Blanca y en el Congreso significa que el plan B está fuera de discusión. Los mercados están de acuerdo. Claro, los precios de las acciones siguen arriba. Pero después de la elección, los rendimientos de los bonos se dispararon en previsión de un auge económico, sólo para dejar ir la mitad de sus ganancias. El “Trump Bump” se ha desvanecido. Sin embargo, la vida no volverá a la normalidad. Nuestra empresa enfrenta muchos riesgos. Tenemos que luchar.
Eso requiere un plan C, que tiene tres elementos: ganar, hacer frente y el futuro. Para empezar tenemos que generar ganancias de nuestra proximidad al poder. Soy parte del Consejo Consultivo CEO del presidente y me tiene entre sus contactos favoritos para hablar de acuerdos comerciales y sus nombramientos reguladores. Brindamos con gaseosa dietética en el Air Force One después de visitar Arabia Saudita en mayo.
Nuestra firma consiguió un contrato por US$ 6,000 millones para una planta de desalación en Jeddah y una licencia para operar un banco en el reino. Estas dos victorias elevarán nuestras ganancias un 14% al año para el 2020.
Es improbable una hoguera de leyes obsoletas por parte del Congreso. Pero como me escribió ayer uno de mis amigos de la Casa Blanca, “la gente es política”. Todavía podemos ganar de otras maneras. Personas favorables a los negocios están recientemente a cargo de los organismos reguladores de las telecomunicaciones, el medio ambiente y el mercado de valores. Cuando era candidato, Trump se quejaba de monopolios como AT&T y Amazon, pero ahora que está en el cargo ha perdido interés. Me gusta cuando eso sucede.
Pero el plan C también nos obliga a reconocer nuevos peligros que vienen con fuerza y de forma repentina. Necesitan ser abordados, detenidos y derribados. A uno de los banqueros de Wall Street que conozco le gusta decir que el presidente tiene tres personalidades: presidente, showman y timador. Tenemos que preocuparnos de las dos últimas.
Nuestro equipo de PR está listo para abordar cualquier discurso presidencial vía Twitter a las 4 am sobre una traición a los trabajadores estadounidenses. Evitaremos responder directamente en Twitter, pero lo refutaremos en Facebook y en correos electrónicos dirigidos a nuestro personal y a los medios de comunicación.
Nuestros ejecutivos deben tener listas citas patrióticas en la punta de la lengua: por ejemplo, el 52% de nuestro personal está en Estados Unidos e invertimos US$ 5,000 millones al año aquí. Repítelo.
También debemos enfrentar el riesgo de vernos enredados en las investigaciones que rodean a la Casa Blanca. Hoy estoy imponiendo una prohibición de cualquier interacción comercial entre nuestra empresa y los negocios del presidente o los empresarios de su entorno.
Esto incluye préstamos en efectivo a la Organización Trump, que tiene al menos cinco préstamos y bonos con vencimiento en los próximos cuatro años.
Debemos estar preparados para enfrentar cualquier consecuencia de una guerra comercial que estalle con China o Alemania, o un colapso del TLCAN, con planes de contingencia para nuestras cadenas mundiales de suministro.
Hemos asegurado instalaciones en Pensilvania (un estado clave para el presidente así que le gustará esto), donde una parte de la producción mexicana puede ser trasladada. Cualquier capacidad sobrante se destinaría a las economías asiáticas en crecimiento. El costo único sería de US$ 500 millones, alto pero manejable.
El hecho de tener a nuestra empresa a prueba de POTUS nos lleva al último elemento del plan: el futuro de nuestro negocio en EE.UU. Los impuestos corporativos pueden caer, pero no por mucho.
El presidente apunta a una tasa del 15%, pero la mayoría de nosotros en el Consejo Consultivo CEO piensa que 28% es lo mínimo que bajará, sobre la base de la perspectiva fiscal y la debilidad del presidente en el Congreso. Dado que nuestra empresa, al igual que el total del S&P 500, paga una tasa impositiva del 23%, esto no hará ninguna diferencia.
Esperamos que la tributación de las ganancias extranjeras sea simplificada bajo la actual administración, de manera que podamos repatriar los US$ 51,000 millones que hemos guardado en el extranjero sin pagar un gran gravamen (por cierto no estamos solos, el total de las firmas del S&P 500 está por encima del US$ 1 billón).
Pero con una economía lenta, una política impredecible y depredadores digitales como Amazon que nos respiran en la nuca en algunas áreas de productos, no tengo ningún interés de gastar ese dinero en nuevas fábricas estadounidenses. Lo usaremos para más recompras, nuevo software o expansión extranjera.
Aspiraciones presidenciales
Seré franco. El Plan C prevé tres años y medio de ir a ningún lado para Estados Unidos. Las probabilidades de recesión son una de cada tres. Si la economía se estanca, será difícil que el presidente Trump sea reelegido. Lo cual me lleva a mi último punto.
Estados Unidos ha roto un tabú al elegir una figura empresarial para la Casa Blanca. Para el 2020, tal vez los votantes tendrán ganas de un “candidato con capacidad”. Alguien que realmente ha dirigido un gran imperio. Alguien como yo.
Mark Zuckerberg y Howard Schultz de Starbucks ya están de gira por el país, realizando campañas exploratorias. Jamie Dimon de JPMorgan Chase me dice que no será candidato, pero no le creo. Ninguno de ellos puede igualar mi record de liderazgo.
Para el 2020 uno de ustedes merece la oportunidad de dirigir esta gran empresa y yo buscaré la oportunidad de servir a Estados Unidos, la mayor oportunidad de despegue en la Tierra. Reserven esta información por ahora, pero la C de nuestro nuevo plan representa candidato.