La desaceleración de América latina continúa. Del fuerte crecimiento registrado entre 2004 y 2013 (4,3% en promedio) hemos pasado a una contracción del 0,5% en 2015. Este promedio está influido por la fuerte recesión en Brasil, pero también es cierto que el frenazo se ve en casi todos los países de la región, especialmente en América del Sur, impactados negativamente por la desaceleración en China y la caída de los precios de las materias primas de exportación.
Las perspectivas para 2016 no son mejores. La mayoría de los países seguirá desacelerándose (o continuará con una fuerte recesión, en el caso brasileño), en la medida en la que el entorno exterior sigue siendo desfavorable y se mantienen las dudas, en concreto, sobre la robustez del crecimiento en el gigante asiático y la volatilidad de los mercados internacionales. La principal excepción será Perú, donde habrá un repunte del crecimiento pero sobre todo porque entran en fase de operación proyectos de inversión minera que se decidieron hace muchos años.
Asimismo, el entorno internacional más adverso y algo de ruido político en algunos países —el ejemplo más claro es Brasil— ha ido goteando sobre el sentimiento de hogares y empresas, al punto de que en la mayoría los indicadores de confianza se encuentran desde hace muchos meses o bien en claro terreno pesimista (Brasil y Chile) o en niveles muy bajos (Perú, Colombia y México), incluso similares a los vistos durante la quiebra de Lehman Brothers. Esto mantendrá al consumo y la inversión privada debilitados, por lo menos en los próximos dos o tres trimestres y, con ellos, a la demanda interna.
De este modo, tanto por un entorno externo aún difícil como por la debilidad interna, este año 2016 anticipamos una nueva contracción del PIB de América Latina (-0.9%), lastrado por Brasil, con una recesión similar en magnitud a la del año pasado, y con los países de la Alianza del Pacífico (México, Colombia, Perú y Chile) manteniendo un crecimiento promedio de alrededor del 2,5%, claramente por debajo de su potencial.
Con todo, hacia finales de 2016 -y con más fuerza durante el 2017- deberíamos empezar a ver una recuperación del crecimiento en la región, por tres factores principales.
En primer lugar, un mayor aporte del sector externo, impulsado por un aumento del crecimiento mundial, por el efecto (rezagado) de la fuerte depreciación de los tipos de cambio y por una cierta recuperación hacia delante de los precios de las principales materias primas de la región, especialmente el petróleo y el cobre.
Segundo, la inversión debería recuperar fuerza en algunos países. Este sería el caso de Argentina, donde la eventual resolución del conflicto con los holdouts de la deuda debería destrabar uno de los principales escollos para que la inversión privada (mucha desde el exterior) repunte en el país y, con ella, el crecimiento a partir del segundo semestre de este año. Asimismo, no hay que olvidar que existen ambiciosos planes de inversión en infraestructuras en países como Perú o Colombia, que deberían dinamizar el crecimiento ya desde finales de 2016.
Por último, en el caso de Brasil, la disminución de la incertidumbre política que probablemente se produzca a finales de 2016 también contribuirá decisivamente a recuperar, en cierta medida, la confianza de hogares y empresas y evitar un año adicional de recesión. Con todo, no se anticipa tampoco un crecimiento muy por encima del 1% en 2017.
Estos tres factores también darían ese impulso necesario para romper el círculo vicioso de desaceleración, pesimismo y debilidad de la demanda interna, que ha venido lastrado a la región en los últimos dos años y que persistiría aún durante un tiempo en 2016.
Con este panorama, la región crecería un 1,9% en 2017. Es una cifra aún baja, pero marcaría el inicio de un punto de inflexión hacia un crecimiento más acorde con el potencial de la región (alrededor del 3%). Más importante aún, permitiría focalizar los esfuerzos en la agenda de reformas necesarias para aumentar la productividad en la zona, algo esencial dada la disminución estructural de los vientos de cola que disfrutó durante una década hasta 2013.
Un artículo de Juan M. Ruiz, Economista Jefe para América del Sur del BBVA Research