Editorial: Sereno, moreno

Un ambiente político enrarecido hace pensar más de dos veces a quienes tienen que tomar decisiones de largo plazo.

Ollanta Humala
Ollanta Humala

ATAQUES. El presidente Ollanta Humala continúa disparando a diestra y siniestra, y parece que ni siquiera haber sigo testigo del apretón de manos entre los mandatarios de Cuba y Estados Unidos lo ha sensibilizado.

Y si los gestos de acercamiento entre Raúl Castro y Barack Obama no han funcionado, ¿qué debería suceder para que nuestro jefe de Estado recuerde que fue elegido para gobernarnos y no para mostrarnos sus habilidades pugilísticas?

Pues está sucediendo desde hace meses: la economía no levanta cabeza y aunque ya estamos medio resignados a pensar que las tasas de expansión de 6% son cosa del pasado, las expectativas de los agentes económicos también cuentan y hoy existe la sensación de que el Gobierno está haciendo muy poco para tranquilizarles.

Un ambiente político enrarecido hace pensar más de dos veces a quienes tienen que tomar decisiones de largo plazo. Y muchos no entendemos por qué el presidente Humala tiene que atacar o responder ataques cuando su papel en estos momentos debe ser proyectar tranquilidad y generar la idea de que su gobierno está trabajando para desenfriar la economía y enfriar la calentura política.

Desde que asumió el cargo, el nuevo jefe del Gabinete, Pedro Cateriano, se ha esforzado por reducir la animosidad y, hasta ahora, lo ha hecho bastante bien con casi todos los antagonistas del régimen –reales o imaginarios–. Nadie espera que se transformen en una versión actualizada del milagro de San Martín de Porres, pero mientras dejen de lado los insultos y los golpes bajos, la economía se los agradecerá.

Quizá a Cateriano le falte reunirse con su jefe para hacerle entender que no es cobardía criticar a su esposa, salvo que los cuestionamientos sean ofensivos. Nadine Heredia no es solo su cónyuge sino presidenta de su partido, además de que desempeña un rol relevante en el Ejecutivo. También tendría que explicarle que tiene por resolver asuntos más trascendentes que responderle a un exministro de Economía.

El presidente debe pasar por alto la discusión bizantina sobre el “piloto automático”, pues poco importa recordar cómo se manejaba la economía hace cinco o diez años. En suma, tiene que tranquilizarse porque está entorpeciendo el trabajo de su primer ministro.

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