Precios. La inflación de Lima Metropolitana cerró el 2015 en 4.4%, la tasa más alta desde el 2011. A nivel nacional, fue algo menor (4.13%). Por segundo año consecutivo, los precios al consumidor se incrementaron por encima del rango meta del BCR (entre 1% y 3%). Ni siquiera se salvó la inflación subyacente, que excluye rubros de alta volatilidad como alimentos y energía (3.49%).
Pero no fueron los precios de los alimentos (y bebidas) los que registraron la mayor alza, sino los del rubro alquiler de vivienda, combustibles y electricidad, que además incluye el agua potable doméstica. La caída de las cotizaciones internacionales de los combustibles no parece haberse reflejado en los precios finales y la reducción de aranceles a la importación de más de 40 subproductos del azúcar, maíz y lácteos (decretada en mayo) tampoco habría servido de mucho.
De hecho, el BCR enfrenta el riesgo de que los consumidores perciban que los precios de la canasta básica aumentan de manera sostenida. La autoridad monetaria suele anclar esas expectativas elevando su tasa de interés referencial, como lo hizo en setiembre y diciembre, pero no puede abusar de esa herramienta porque otro de sus efectos es desincentivar la actividad económica, algo bastante delicado en situaciones de enfriamiento como la actual.
Tampoco podría modificar su rango meta (digamos, a entre 2% y 4%) para salir del paso y evitarse las críticas, porque una medida de ese tipo enviaría señales que preocuparían a los agentes económicos y el cargamontón sería mayor, pues también entraría a tallar el FMI. Ya hemos tenido suficiente con el cambio de la tasa de crecimiento potencial (de 6% a 4.5%) realizada por el MEF, de modo que lo recomendable sería mantener la vista en una inflación similar a las economías desarrolladas, aunque no siempre se alcance.
¿Qué esperar? Afortunadamente (para el BCR), las proyecciones de intensidad de El Niño han pasado de fuerte a moderado y se espera una devaluación menor a la del 2015. Si los choques de oferta son menos frecuentes este año, y las elecciones no generan incertidumbre –que es la situación ideal para que los especuladores hagan su agosto–, la inflación podría retornar a su cauce habitual.