Editorial de Gestión: Lo invisible del empleo

Existe un déficit de técnicos que bordea las tres mil decenas, lo cual evidencia la enorme desinformación que impera al momento que los jóvenes definen sus estudios superiores.

PERSPECTIVA. Ahora que la economía peruana se encuentra en fase expectante –¿se desenfriará el PBI?, ¿será suficiente el paquete promotor para impulsar la inversión privada?– y que hemos comenzado a preocuparnos por asuntos que antes no nos llamaban la atención, nos parece propicio comenzar a discutir sobre la calidad del empleo. Y un dato que pasa inadvertido es el subempleo de los profesionales.

Según el INEI, en este grupo se encuentran las personas que poseen educación universitaria completa pero que no trabajan más de 35 horas semanales (subempleo visible) o que ganan menos de S/. 852.55 mensuales (subempleo invisible).

En el trimestre marzo-mayo, el primer indicador aumentó 13.9% respecto al mismo periodo del año pasado, y está registrando saltos de dos dígitos desde hace varios trimestres. Son 152 mil las personas en esta situación.

Lo opuesto ocurre con el segundo indicador, que creció 13% y que afecta a 121 mil personas. No se pueden sumar ambos números porque existen profesionales subempleados en ambas categorías, pero sí se puede indicar que la proporción de trabajadores que laboran menos horas o ganan menos del ingreso mínimo referencial no disminuye. Estamos hablando de cifras para Lima Metropolitana, y no necesariamente de empleo informal.

Se podría achacar estos datos al enfriamiento, pero los argumentos más convincentes apuntan a la estructura productiva de nuestra economía y a la desarticulación entre esta y el sistema educativo.

Se sabe, por ejemplo, que el mercado no puede absorber el volumen de egresados universitarios porque existe concentración en las carreras “clásicas”, mientras que el crecimiento ha sido mayor en actividades que no necesariamente requieren los conocimientos que se adquieren en la universidad.

Lo paradójico es que existe un déficit de técnicos que bordea las tres mil decenas, lo cual evidencia la enorme desinformación que impera al momento que los jóvenes –y sus padres– definen sus estudios superiores. Ninguna ley corregirá esta deficiencia. Así que habrá que pensar en acelerar la sofisticación de la estructura productiva del país.

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