DESORIENTACIÓN. Las autoridades del Ministerio de Cultura, conocidas por su capacidad de reacción, solucionaron el problema apenas se enteraron de su existencia. No nos estamos refiriendo, por supuesto, a los robos sacrílegos en iglesias coloniales, ni al pintado de piedras incas, ni a las invasiones de terrenos pertenecientes a huacas preíncas. El caso que este despacho priorizó fue el “riesgo” de que Machu Picchu se convierta en un paraíso del calateo.
Con este episodio, ese ministerio desnudó completamente su falta de orientación y de una política coherente que tenga como objetivos la difusión y protección de nuestro patrimonio. Reprimir a los turistas, incluso cuando se divierten en “fiestas frenéticas”, no parece ser la manera más efectiva de promocionarnos como un país moderno, sobre todo cuando existen otras deficiencias que nos colocan como uno muy atrasado.
Por ejemplo, las últimas muestras de racismo –tanto en TV como a través de las redes sociales– han dado la vuelta al mundo y nos han dejado muy mal parados. Y nadie en el Ministerio de Cultura ha salido a condenar como se debe esos actos que según la legislación peruana son delitos penados con cárcel. Nos preguntamos si este gobierno entenderá que tiene que combatir la discriminación porque es nuestro mayor lastre para
desarrollarnos.
Pero hay otros ministerios sin rumbo. El de la Mujer y Poblaciones Vulnerables bien podría convertirse en un viceministerio del Midis, que si bien ha estado caminando a trompicones con los sucesivos escándalos de mala práctica en el programa Qali Warma, por lo menos sabe cuáles son sus funciones. Y el Ministerio del Ambiente parece estar convencido que su trabajo es vigilar y atosigar de trámites a las empresas formales, cuando es sabido que quienes contaminan y depredan son las otras.
Sería más eficiente adscribir a la PCM las funciones de interculturalidad del Ministerio de Cultura y que el resto sea absorbido por el de Educación, en tanto que los asuntos medioambientales podrían ser encargados al Minagri. De esa manera, se evitaría la duplicidad de funciones y, en consecuencia, cada quien sabría qué hacer.
Lo que no podemos seguir tolerando es a ministros silenciosos que no se concentren en los verdaderos problemas de sus sectores o proclives a hacerle la vida imposible a quienes respetan la ley.