El editorial de Gestión: “Ni mucho ni poco”

Un reporte del Foro Económico Mundial ha identificado la desigualdad en la distribución de la riqueza como el riesgo más probable a desencadenarse este año. Ciertamente es un problema a tener en cuenta, pero lo ideal no sería desaparecer la brecha del todo; solo acortarla.

(AP)
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DESIGUALDAD. La semana pasada, el Foro Económico Mundial (FEM) publicó un informe acerca de los riesgos globales para este año. Los 700 miembros encuestados tuvieron que elegir entre 31 riesgos potenciales las amenazas de mayor impacto para el 2014. Entre ellas (y en este orden), se identificó una crisis fiscal en economías desarrolladas, el alto desempleo estructural –particularmente entre los jóvenes-, una crisis del agua y la desigualdad en la distribución de la riqueza. La última de estas, sin embargo, fue considerada como el riesgo más probable a desencadenarse este año.

El crecimiento que ha venido experimentando el Perú en las últimas décadas, todo parece indicar, ha favorecido relativamente a los sectores más pobres y la brecha entre ricos y pobres, medida por el índice de Gini (el indicador más utilizado para medir la distribución de los ingresos en un país), se ha acortado. No obstante, el Perú sigue siendo uno de los países más desiguales en la región y América Latina es, a su vez, la región más desigual del mundo.

Una brecha demasiado amplia entre ricos y pobres, como explica el FEM, amenaza la estabilidad social y política de un país, así como su desarrollo económico. Basta ver las protestas en Brasil o en Tailandia, que se están llevando a cabo por estos días, para entender este punto. Lo cierto es que mientras más informada y avanzada se vuelve una sociedad, las demandas al Gobierno se vuelven más exigentes.

En nuestro país, la brecha es particularmente difícil de aceptar porque no solo refleja una diferencia entre logros personales en base al mérito, sino que evidencia un sistema resquebrajado con un acceso considerablemente desigual a las mismas oportunidades.

Sin embargo, no debemos pasar por alto que un cierto nivel de desigualdad es tanto inevitable como necesario en una economía de mercado. El incentivo monetario es una de las principales fuerzas que sirven no solo para motivar el esfuerzo y el trabajo, sino también para premiar la innovación y la creatividad. Este es uno de los secretos que han llevado a la sociedad capitalista a ser la que más ha logrado avanzar en materia tecnológica a lo largo de la historia.

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