Editorial: Más allá de las caídas

Durante mucho tiempo se pensó que la expansión del PBI equivalía a desarrollo económico (y social) y que bastaba con seguir creciendo para que todos nuestros problemas estructurales se solucionen.

Los efectos de las políticas económicas de segunda y tercera generación toman tiempo en materializarse.
Los efectos de las políticas económicas de segunda y tercera generación toman tiempo en materializarse.

COMPETITIVIDAD. Más allá del descenso en los rankings de competitividad global, lo que realmente nos debe preocupar es la escasa capacidad de reacción que muestran las autoridades para revertir esa tendencia. Es cierto que los efectos de las políticas económicas de segunda y tercera generación toman tiempo en materializarse –por algo son de mediano y largo plazo–, pero si el Perú no levanta cabeza sino que por el contrario continúa cuesta abajo, es porque este adormecimiento no es un “atributo” exclusivo de este Gobierno.

Durante mucho tiempo se pensó que la expansión del PBI equivalía a desarrollo económico (y social) y que bastaba con seguir creciendo para que todos nuestros problemas estructurales se solucionen. Pero la época de las vacas gordas terminó y la realidad nos cogió desprevenidos: no somos un país competitivo y el crecimiento por sí solo no nos convertirá en Finlandia, Singapur o Canadá –es más, estamos a la zaga entre los países latinoamericanos de economías con tamaño similar–.

El último bofetón fue cortesía del International Institute for Management Development (IMD), que la semana pasada publicó su ranking de competitividad de este año. El Perú ha caído del puesto 50 al 54. A diferencia de otros estudios que consideran un número mayor de países, como el ranking del Foro Económico Mundial o el Doing Business (del Banco Mundial), el IMD toma en cuenta aquellos con un impacto relevante en la economía global.

Pero no hay que sentirse demasiado orgullosos por formar parte de este grupo “selecto” pues estamos en la cola (son 61 países los tomados en cuenta) y, además, hemos bajado 19 puestos desde que ingresamos a la evaluación, en el 2008. Si el retroceso en competitividad fuese parte de la evaluación de desempeño, todos los ministros de Economía que hemos tenido saldrían reprobados.

¿Por qué los gobiernos no le dan la importancia debida a las reformas estructurales? Porque este tipo de políticas no genera réditos políticos inmediatos, de modo que no tiene sentido ponerlas en marcha cuando serán los próximos gobernantes quienes se beneficiarán. Así es, la mezquindad nos está matando.

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