CULTURA. “Quienes somos?”. Así empieza el texto que explica las funciones del Ministerio de Cultura en su sitio en Internet. Pero el signo de apertura de interrogación y la tilde en la primera “e” no son lo único que falta, pues en sus cuatro años y medio de existencia este despacho sigue pasando inadvertido y, lo que es peor, no muestra resultados de la política cultural que supuestamente está implementando.
Constituido sobre la base de la estructura orgánica del extinto Instituto Nacional de Cultura (INC), este ministerio parece atrapado en la burocracia que caracterizaba a dicha entidad y no consigue quitarse esa imagen de obstaculizador de las inversiones. Es comprensible que se paralicen algunas obras si se detectan indicios de restos arqueológicos, pero lo incomprensible es que tengan que pasar meses y meses –con pérdidas financieras y económicas incluidas– hasta que llegue el ansiado permiso para continuar.
En otras palabras, se percibe poco contacto con la realidad. Lo que sí abunda en la web de la entidad son las declaraciones de buenas intenciones, traducidas en la realización de estudios de investigación, firmas de convenios, talleres, seminarios y compromisos para difundir lo que en esas oficinas se considera como cultura. Si se piensa que esa es la única forma de “culturizar” al país, entonces discrepamos abiertamente.
Y la ministra Diana Álvarez-Calderón no ha hecho más que afianzar la imagen elitista de su portafolio, cuando declaró que los murales que borró el alcalde Luis Castañeda “casi son un arte marginal”. Claro que inmediatamente se publicó una especie de retracción, pero muchos ya habíamos quedado con la sensación de que más le valía a Banksy no darse una vuelta por el Perú.
En cuanto a la defensa del patrimonio, tenemos que destacar el desalojo de invasores en Caral, aunque se necesitan acciones más decididas y menos esporádicas. El Ministerio de Cultura necesita repensar su forma de trabajar y confiamos en que su titular estará a la altura del reto.
Corregir su página web es solo un detalle, pues lo más importante escapa del ámbito de Internet.