Editorial: El pez por la boca muere

Nadine Heredia es la esposa del presidente de la República y, por tanto, sus actos afectan al país.

(Foto: USI)
(Foto: USI)

TRANSPARENCIA. Somos un país tan tolerante a la mentira que no se pena el perjurio y lo que sucede en el sistema jurídico se replica en el ámbito civil. Lamentablemente se ha vuelto costumbre que los políticos no digan la verdad, sabemos que mienten y los criticamos por ello, sin embargo, no existe una sanción moral. Eso es algo que sabe bien Nadine Heredia, por ello no ha tenido mayor reparo en reconocer que las famosas agendas eran suyas, luego de haberlo negado infinidad de veces. Sus seguidores también lo saben. Por ello el congresista Daniel Abugattás, conocida la noticia, sostuvo que lo sucedido seguramente era parte de la estrategia de defensa de la primera dama.

Nadine Heredia es la esposa del presidente de la República y, por tanto, sus actos afectan al país. Ella ha permitido que durante tres meses el tema se mantenga en el ojo público, al haber tratado en todas las formas posibles de deslindar su relación con las agendas para, finalmente, salir a decir que las ha visto bien y que sí, son suyas.

Desde el punto de vista de la investigación fiscal queda aún mucho por hacer: revisar toda la información contenida en las agendas para descartar la existencia de actividades ilegales —alguna razón debe haber para no reconocerlas antes— e impedir que el siguiente argumento de defensa sea, “son mis agendas, pero no mi letra”.

Más allá del ámbito legal ¿qué consecuencias le traerá a Nadine esta mentirá?. Aunque en el Perú no existen muertos políticos y la población olvida rápidamente, los adversarios no, por lo que si busca tener carrera política al terminar este Gobierno, ella arrastrará el haberle mentido al país toda la vida.

A partir de ahora el presidente Humala debería ser muy cuidadoso con las expresiones de defensa hacia su esposa y ella debe, de una vez, ocupar su papel como cónyuge y no realizar funciones que no le corresponden. Es quizá el momento que, tal como dijimos hace unos meses, el próximo gobierno replantee el papel de la (o del) cónyuge del presidente(a) y, de ser necesario, se regule la figura de la primera dama (o primer caballero de ser el caso).

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