Editorial: Poco felices

“El Perú cayó seis posiciones con relación al ranking de Felicidad Mundial del 2015 (del puesto 58 al 64, en una muestra de 157 países)”.

RANKING. ¿Somos felices los peruanos? Mala pregunta en época electoral, en especial cuando los ánimos de los votantes andan tan crispados, el JNE se ha convertido en protagonista de la contienda y los candidatos presidenciales prometen lo que no podrán cumplir –ni qué decir de los postulantes al Congreso–. En estos momentos, “feliz” no es la respuesta cuando se nos pregunta cómo estamos.

Pero como la semana pasada se lanzó el cuarto informe de las Naciones Unidas sobre Felicidad Mundial, conviene enterarnos qué tan bien (o mal) parados salimos en un estudio que vincula ese “estado de grata satisfacción espiritual y física” (según la RAE) con el desarrollo humano. Para empezar, el Perú cayó seis posiciones con relación al ranking del 2015 (del puesto 58 al 64, en una muestra de 157 países).

El reporte sostiene que la felicidad es una medida del bienestar humano y determina un índice basado en seis variables: PBI per cápita, el apoyo social, la expectativa de una vida sana, la libertad personal, las donaciones de caridad y la corrupción percibida. Solo la primera se obtiene con datos oficiales, pues las demás corresponden a la Encuesta Mundial Gallup.

Es claro que, aunque uno no haya sido encuestado, estará de acuerdo con que no todos los peruanos acceden a servicios sociales adecuados (educación, salud, justicia, protección al consumidor, etc.) y que más allá de nuestros círculos de allegados, no somos muy generosos. En cuestión de libertad personal, hay peruanos que no pueden casarse si quisieran hacerlo y a las mujeres todavía les negamos ciertos derechos. En cuanto a la corrupción, seguimos en la fase de los anuncios y leyes que pocos cumplen.

El próximo gobierno tiene que entender que tan importante como recuperar la dinámica del crecimiento económico, será lograr que el bienestar se refleje en buena parte de la población y para ello harán falta políticas que vayan más allá del aspecto productivo. De lo contrario, será otro quinquenio perdido. No podemos seguir creyendo que la multiplicación de los malls equivale a desarrollo, porque lo verdaderamente crucial es reforzar las bases sobre las que está construida nuestra sociedad. Mientras eso no suceda, continuaremos siendo un país poco feliz.

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