Editorial: Queriendo tapar el sol con un dedo

Lo peor sería desempolvar la Ley General del Trabajo y hacer más rígida aún la legislación laboral .

AHORA QUÉ. La derogatoria de la Ley de Promoción del Empleo Juvenil (‘Ley Pulpin’) no puede, ni debe, ser tomada como un triunfo para los que apoyaron ese resultado. La razón es simple: la altísima tasa de informalidad laboral, en particular en el grupo de jóvenes a los cuales iba dirigida la norma (82.4% según el INEI) no ha desaparecido, sigue ahí y es el reto a enfrentar con propuestas inteligentes y factibles.

Las causas de este problema son varias, pero no se puede negar que una de las más importantes son las rigideces que presenta el mercado laboral peruano y que se reflejan, por ejemplo, en el ranking de competitividad mundial que elabora el World Economic Forum, en el cual en materia de facilidades para la contratación y despido el Perú está en los últimos lugares (puesto 130 de 144 países) y en el puesto 104 en lo que se refiere a los sobrecostos para la contratación.

A ello se suma el hecho de que si bien en el país rige la estabilidad laboral relativa, en la práctica en los últimos años sentencias del Tribunal Constitucional (TC) han abierto la puerta a la estabilidad laboral absoluta. En estas sentencias el TC ha distorsionado el alcance del derecho al trabajo previsto en la Constitución al estimar que ante el despido injustificado procede casi siempre la reposición.

Entonces, no se puede tapar el sol con un dedo, existe un problema por resolver que es la informalidad y ello implica revisar las rigideces que se han venido sumando a la legislación laboral en vez de flexibilizarla. Y esto es labor compartida: los gremios empresariales (empleadores) tienen que plantear soluciones y estar abiertos al debate; lo mismo los políticos, pero dejando de lado la demagogia y el aprovechamiento electoral, convocar a la sociedad civil, a la academia y a expertos para encontrar la mejor solución.

Pero cuidado, lo peor sería que, aprovechando el pánico, ahora se quisiera desempolvar la Ley General del Trabajo tal como está y hacer más rígida aún la legislación laboral, cuando se sabe que lo que falta acordar en esa ley son precisamente los temas para una mayor flexibilización. La instancia idónea para esta discusión debería ser el Consejo Nacional del Trabajo.

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