Desde hace un tiempo, la palabra Bitcoin ha estado apareciendo con frecuencia en diarios y revistas económicas alrededor del mundo siendo el centro de una serie de discusiones entre economistas. A pesar que la moneda fue creada en el 2009 por una persona (o personas) bajo el seudónimo de Satoshi Nakamoto (que desapareció de internet un año después sin dejar rastro alguno), recién a comienzos del 2013, Bitcoin llamó la atención de la prensa económica mundial al multiplicar su valor en más de 10 veces en tan solo unos meses para después perder la mitad en tan solo unos días.
En los últimos meses ha pasado algo similar, pero en proporciones mucho mayores. El precio de un bitcoin pasó de US$ 100 a US$ 1,200 entre agosto y diciembre del año pasado, para luego caer por debajo de US$ 500 recientemente.
Hoy en día se registran más de 40,000 transacciones diarias con Bitcoins por un valor total de US$ 1 millón y se calcula que existen alrededor de US$ 300 millones de Bitcoins en circulación. Pero, ¿Qué exactamente es un Bitcoin?
Según su propia página web, “Bitcoin es una de las primeras implementaciones de un concepto denominado cripto-moneda.” Es decir, una moneda digital que no depende de una autoridad central (Como el Banco Central de la Reserva o la Reserva Federal) ni de ningún gobierno. Su emisión está controlada por un algoritmo fijo (desconocido) que no permite una circulación mayor a 21 millones de bitcoins.
Como cualquier moneda, tiene un “tipo de cambio” de conversión frente al dólar o cualquier otra moneda.
Cada vez más establecimientos comerciales, sobre todo en el espectro digital, están aceptando bitcoins como medio de pago. Sin embargo, su naturaleza experimental, que todavía la hace proclive a algunas complicaciones, ha creado algunas dudas sobre sus posibilidades de convertirse en una moneda de uso masivo.
Se han reportado casos, por ejemplo, donde transacciones con Bitcoins se han caído o han sido ‘hackeadas’, generando grandes pérdidas para los usuarios. La peculiaridad de que las transacciones con bitcoins no se puedan rastrear, también ha incentivado el uso de esta moneda en los mercados negros y en prácticas de lavado de dinero, lo cual la ha dado una connotación negativa. Además, la volatilidad con la que fluctúa la moneda es otro limitante para su aceptación entre el público general.
El futuro de esta moneda en particular es incierto, no obstante es innegable que la atención que ha generado ha marcado un nuevo hito en la perspectiva que tenemos sobre el dinero.