Marina de Guerra y la tarea de modernizar sus equipos para atender futuros desastres

El BAP Pisco desplazará más de 11,000 toneladas y contará con grandes espacios para transportar vehículos y carga para las emergencias que tenga que enfrentar el país en el futuro.

En los últimos meses gran parte del territorio del Perú viene siendo afectado por un incontenible ataque de la naturaleza, que como el más implacable enemigo no da tregua ni cuartel arremetiendo con una sorpresa de tal efectividad que ya hubiesen querido asestar a sus adversarios Alejandro Magno o Napoleón Bonaparte. En medio de este drama en el que la solidaridad se ha convertido en la fuerza unificadora que mitiga el efecto devastador de huaicos e inundaciones, las Instituciones Armadas activaron los planes de contingencia que tienen preconcebidos para casos de desastres. De ahí que se han movilizado a miles de sus integrantes a las zonas afectadas. Este rol no le es ajeno a las IIAA, ya que lo practican desde siempre. De la experiencia acumulada al haber actuado en catástrofes como el maremoto de 1877 o el terremoto de 1970, surgiría el sistema nacional de defensa civil y luego el de riesgos y desastres naturales.

Como en cualquier operación militar, la respuesta de las IIAA ante el desastre requiere de medios suficientes y de una cadena logística para el sostenimiento de las operaciones. Desafortunadamente para todos, durante la primera década de este siglo esto no fue entendido a cabalidad. Recuerdo que un ya fallecido director de un medio local, escribía hace algunos años que: ”es claro que en nuestro país nos faltan policías y nos sobran soldados. Simple y llanamente los contribuyentes nos sentimos estafados por el enorme esfuerzo que realizamos para mantener a la Policía y a los Institutos Armados”. ¿Sobraran soldados ante esta tragedia?, ¿existirá estafa?, ¿Qué opinaría ahora?

Con la reciente recuperación parcial de las capacidades de la Marina de Guerra -entre las que destaca la adquisición del BAP Tacna buque logístico de grandes dimensiones- ha sido posible dar una más eficiente respuesta a los fenómenos naturales. Pero también es importante señalar que existen unidades navales que bordean los cuarenta años de servicios ininterrumpidos, que han demostrado su efectividad en su doble condición de plataformas para la defensa marítima así como para la defensa interior del territorio en particular contra los efectos perniciosos de la naturaleza. Precisamente cuando ya se habla de cifras y esfuerzos para la reconstrucción de la infraestructura afectada, resultaría oportuno considerar que en las Instituciones Armadas es necesario incrementar la inversión en los recursos humanos (más capacitación y entrenamiento) y en materiales que en algunos casos requieren de relevo y en otros de modernización.

Por su parte, la Marina de Guerra viene trabajando en la ampliación de su proyección estratégica con la construcción, en el astillero del SIMA Callao, del primer buque multipropósito, que ya se encuentra en su etapa final de un total de dos. El BAP Pisco desplazará más de 11,000 toneladas y contará con grandes espacios para transportar vehículos y carga para las emergencias que tenga que enfrentar el país en el futuro. Con la puesta en servicio de este buque -construido en el Perú y por peruanos- y de uno menos uno más de su clase, la magnitud y velocidad de respuesta será muy superior a la actual, permitiendo así que aquellas unidades que sobrepasaron largamente su vida útil sean pasados a la reserva sin que ello afecte el despliegue operacional o la logística de la Armada.

No debemos perder de vista que en la respuesta al desastre no sólo hace falta contar con los medios para actuar, sino fundamentalmente la vocación de servicio que inspira esa voluntad, que hace que un grupo humano arriesgue conscientemente su vida a miles de kilómetros de su hogar, para proteger a personas a las que no conocen pero sobre las cuales se tiene un supremo e ineludible deber. Y eso no se alquila ni se cubre con seguro alguno.

Además de lo dicho, existen otros temas de interés para tratar a raíz de los hechos ocurridos, como es el caso del cabotaje de sólidos en nuestro litoral. Vendría bien debatirlo partiendo de las necesidades en infraestructura que se requieran, las políticas de impuestos, la seguridad marítima, el justo balance entre las actividades económicas de nacionales relacionadas con el negocio del cabotaje y las condiciones que el mercado demanda para que sea atractivo a la empresa privada. Otro tema se refiere a la optimización de las reservas movilizables y la organización de la población para enfrentar el desborde, para lo cual podría estudiarse el restablecimiento de la Guardia Nacional –que funcionó en el Perú por casi todo el siglo XIX- en un modelo acorde a la realidad actual.

Como fuere existe la posibilidad de que estemos ingresando a un ciclo de continuas alteraciones de la naturaleza en la región como está sucediendo en nuestro país y en Colombia en los últimos días y que ya algunos científicos lo han advertido. Los retos que se avecinan son sin duda enormes.

Por Juan Carlos Llosa Pazos
Capitán de Navío

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