La economía digital se caracteriza por cambios profundos y cada vez más veloces, que transforman la forma en que vivimos y trabajamos, el funcionamiento de las empresas y hasta la sociedad misma. Todo, en un tiempo radicalmente más breve que cualquier otra transición económica en la historia.
Una nueva era en la que todo es digital. Lo que tocamos, decimos o hacemos genera datos, con dispositivos, sistemas, servicios, personas y empresas interactuando entre sí en un universo híper conectado.
Es una economía colaborativa -prima el pago por el consumo-, personalizada -brinda comodidad, variedad y valor- y sin intermediarios. El aumento de la productividad y del valor económico se vuelve espectacular.
En este contexto, es imperioso que las organizaciones reconozcan las enormes oportunidades que se presentan y se adapten al cambio. En la actualidad, el 90% de los CEO cree que la economía digital tendrá un impacto en su negocio. Sin embargo, sólo el 15% tiene una estrategia.
El efecto más visible de la transformación digital es que los modelos de negocio son disruptivos y los límites en las industrias se hacen más borrosos.
Por un lado, compañías tradicionales como Siemens y GE entran en el negocio de la tecnología de software para proporcionar servicios y asegurarse una ventaja competitiva.
A esto se suma el surgimiento de nuevas empresas como Uber, Facebook y Airbnb que cambian las reglas del juego: la primera es una de las compañías de taxi más grandes del mundo, pero no posee ningún coche; la segunda es la red social más popular del planeta, pero no crea contenido; la última es una de las empresas de hospedaje más importantes, pero no posee ningún hotel.
Estamos pasando del mundo de la estandarización al de la simplificación y la innovación. En un contexto de cambios inmediatos, la mayor barrera que se antepone a la transformación digital es la complejidad.
Menos del 1% de los datos disponibles se traduce en beneficios de negocios, mientras que información dispersa y datos duplicados complican la toma de decisiones y dificultan los esfuerzos de las empresas por aportar buenas ideas al mercado de manera rápida y rentable.
El panorama se hace más complejo si se considera que las organizaciones llegan a invertir entre el 40% y el 80% de su tiempo en actividades que no generan valor.
Si no se controla esta creciente complejidad podría crear serias y costosas complicaciones. De hecho, se estima que las empresas pierden hasta el 10% de sus utilidades cada año a causa de los costos ocultos asociados a la complejidad.
Así las cosas, serán las organizaciones que prioricen la innovación, la velocidad y la agilidad las que logren dar un salto sin precedentes en la nueva era de la economía digital.