Bloomberg.- Desde que el ex contratista de la Agencia de Seguridad Nacional Edward Snowden escapó a Hong Kong y entregó unidades de disco duro repletas con documentos de alta clasificación a los periodistas Glenn Greenwald y Laura Poitras, ha habido especulación desenfrenada en el sentido de que si él era realmente un agente del extranjero.
La historia oficial es bien conocida: con el tiempo Snowden se fue desencantando cada vez más con la excesiva vigilancia a nivel nacional del gobierno de Estados Unidos y, en un acto de valentía cívica, filtró la evidencia a reporteros del Guardian y del Washington Post.
Cuando trató de viajar a Sudamérica en mayo del 2013, el Departamento de Estado LE retiró su pasaporte… y Snowden quedó varado en Rusia desde entonces.
Mucha gente jamás se creyó eso. El escritor Edward Jay Epstein, por ejemplo, ha aducido que el alcance de los documentos robados por Snowden, la mayoría de los cuales guardan relación con las capacidades de inteligencia y militares de Estados Unidos, y no la recopilación con red de arraste de datos telefónicos de ciudadanos comunes y corrientes, sugiere que él fue parte de una operación de inteligencia. Mike Rogers, ex presidente del Comité de Inteligencia de la Cámara, acusó a Snowden de trabajar en estrecha colaboración con Moscú.
Uno podría pensar que finalmente, después de más de tres años, un nuevo reporte desclasificado sobre Snowden emanado del ex comité de Rogers podría dar algunas luces sobre el tema. Por desgracia, el reporte dado a conocer por el comité el jueves de la semana pasada no lo hizo.
Sobre la interrogante vital de si Snowden trabajaba para una potencia extranjera, la investigación de la Cámara es un chiste. Hay una sección titulada “Influencia extranjera”; sin embargo, todo salvo dos frases, incluidas notas al pie de página como fuentes de apoyo, fue censurado.
Las dos frases que se nos permite leer no nos dicen mucho. Una cita un fragmento de una entrevista de NPR con Frants Klintsevich, miembro del comité de Defensa y Seguridad de la Duma rusa. Él dice que Snowden compartió inteligencia. El problema es que Snowden mismo tuiteó esa información, en su transcripción de la entrevista, pero NPR excluyó la advertencia de Klintsevich de que él solo estaba especulando sobre el tema.
La otra frase parece más prometedora: “Desde la llegada de Snowden a Moscú, él ha sostenido –y sigue sosteniendo- contacto con servicios de inteligencia rusos”. Esto tendría una explicación. Después de todo, Snowden manejaría información valiosísima sobre el funcionamiento interno de la recopilación de inteligencia por señal de Estados Unidos y, naturalmente, los oficiales de inteligencia ruso querrían hablar con él.
Con todo, por ahora esa afirmación debe considerarse como una especulación, ya que el reporte no entrega ninguna evidencia que la sustente. Snowden niega estar “confabulando con inteligencia rusa”. El reporte también confirma que Snowden no llegó a Moscú con las unidades de disco duro que tenían los documentos entregados por él a los periodistas.
Aunque fuera cierto que Snowden estuvo en contacto con espías rusos, no hace nada por disipar o fundamentar la duda central respecto de si él estaba actuando como un agente a sabiendas o no allá por el 2013. Cuando hice preguntas sobre esto la semana pasada, funcionarios de Estados Unidos familiarizados con el reporte antes de que fuera censurado me dijeron que sigue siendo una interrogante sin respuesta. Quizás así sea, pero el registro público dice una cosa muy distinta.
Chris Inglis, quien era subdirector de la NSA cuando Snowden filtró los documentos por primera vez, este año dijo: “No creo que él fuera un empleado de los chinos o de los rusos. No veo ninguna evidencia que sustente eso”. Agregó que creía que Snowden tenía intención de ir a Latinoamérica después de entregarles las unidades de disco duro a Greenwald y Poitras, y que su plan parecía haber sido concebido sobre la marcha. La versión de los sucesos de Inglis es sustentada por otros funcionarios senior. El actual jefe de la NSA, el Almirante Michael Rogers, dijo a Defense News en el 2014 que era posible que Snowden fuera un agente extranjero, pero que “probablemente no”.
Frente a toda esta confusión, la comunidad de inteligencia de Estados Unidos debería desclasificar la sección sobre influencia extranjera del nuevo reporte. Si de verdad esta sigue siendo una interrogante, entonces el pueblo estadounidense merece ver toda la evidencia. Si él era un espía, significaría que nuestros profesionales de contrainteligencia nuevamente fueron superados por Rusia, igual como lo fueron en el caso de los topos Robert Hanssen y Aldrich Ames. Si Snowden realmente era quien dice ser, esto también debería ser alto de dominio público.
En cambio, la comunidad de inteligencia de Estados Unidos vino a acrecentar la confusión de la opinión pública al negarse a desclasificar la información. En consecuencia, la sección censurada del reporte del Comité de Inteligencia de la Cámara sobre influencia extranjera es una especie de indirecta: el pueblo no puede ver la evidencia, pero – créannos – hay algo.
Todo esto es irónico. Como el director de Inteligencia Nacional James Clapper me dijo en el 2014, fue un error mantener en secreto el programa de la NSA para recopilar metadatos telefónicos de los ciudadanos estadounidenses por tanto tiempo. Eso fue lo medular de la divulgación inicial de Snowden al Washington Post y al Guardian.
Gracias a que las administraciones de George W. Bush y Barack Obama blindaron este programa de la opinión pública, Snowden pudo actuar como informante, aunque él también filtró toneladas de información que no tenía nada que ver con los derechos a la privacidad de los ciudadanos estadounidenses, incluidos detalles sobre cómo la NSA había hackeado computadoras en China.
En este sentido, proteger un secreto innecesario permitió la demencial divulgación de secretos necesarios. El reporte del Comité de Inteligencia de la Cámara sobre Snowden demuestra que el gobierno de Estados Unidos todavía no aprende la lección.