John Kelly, de respetado general a jefe de gabinete de la Casa Blanca

Su lealtad y diligencia al frente del Departamento de Seguridad Nacional, clave para la agenda política de Trump, le han llevado en apenas medio año a lograr un puesto político de primera línea dentro del círculo más cercano al presidente.

(Foto: AFP).
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EFE.- El general retirado John Kelly dio hoy un inesperado salto en su carrera al ser nombrado jefe de gabinete del presidente Donald Trump, tras ganarse el respeto de todos en una Casa Blanca convulsa de familias enfrentadas.

Su lealtad y diligencia al frente del Departamento de Seguridad Nacional, clave para la agenda política de Trump, le han llevado en apenas medio año a lograr un puesto político de primera línea dentro del círculo más cercano al presidente.

“Me complace informales de que acabo de nombrar al general y secretario John Kelly como jefe de gabinete de la Casa Blanca. Es un gran estadounidense y un gran líder”, anunció este viernes Trump en Twitter.

“John también ha hecho un trabajo espectacular en Seguridad Nacional. Ha sido una verdadera estrella de mi Administración”, agregó.

Kelly se ha ganado el respeto y la confianza de Trump gracias a su defensa firme de políticas cabecera de su mandato como la construcción de un muro fronterizo con México y el veto migratorio.

El presidente valora de Kelly, como de sus otros asesores con carrera militar, la disciplina con la que siguen sus órdenes y ejecutan su agenda política.

Pero Kelly no solo ha logrado ganarse a Trump, sino que también ha conseguido la difícil tarea de convencer a voces clave de su Casa Blanca, como su estratega jefe, Steve Bannon, o su asesor y yerno, Jared Kushner.

Su habilidad para manejarse como una presencia estable en una Casa Blanca convulsa le ha valido el ascenso a un cargo de máxima confianza, aunque algunos observadores apuntan que le falta el bagaje político necesario para desempeñarlo.

Será a partir del lunes cuando Kelly tenga que demostrar su valía para un puesto muy complejo y en un momento de fuertes sacudidas internas en la Casa Blanca.

Este infante de marina de 67 años alcanzó la cúspide de su carrera militar durante el mandato del presidente Barack Obama.

En su etapa como jefe del Comando Sur (2012-2016), Kelly fue responsable de supervisar un rápido aumento de fuerzas especiales en Latinoamérica, de mantener la cooperación militar con socios clave como Colombia y de manejar la ingente inteligencia generada en la lucha contra el narcotráfico y la inmigración ilegal en Centroamérica.

Su perfil de “halcón” se complementa con otro más moderado, que le permitió trabajar con el Gobierno de Obama y forjar alianzas con socios en Colombia, Chile u Honduras, a través de maniobras o programas de entrenamiento y formación.

Pero antes que nada, Kelly es un “perro de la guerra”, con casi medio siglo de experiencia en los aguerridos marines y el primer coronel de la Infantería de Marina que era ascendido a general de brigada en guerra desde 1951.

Ocurrió en 2003, en pleno fragor de la batalla mientras los estadounidenses avanzaban hacia Bagdad, ciudad a la que entró para asegurar, con el verbo que caracteriza a los militares que saben arengar a la soldadesca: “Diablos, estos son marines. Hombres como estos defendieron Guadalcanal y tomaron Iwojima. Bagdad es pan comido”.

Durante los cinco años siguientes, Kelly hizo de Irak su segunda casa durante tres despliegues, en el último de los cuales, en 2008, se puso al mando de las tropas internacionales en la inestable provincia suní de Al Anbar.

Kelly se convirtió en 2010 en el militar de más alto rango en perder a un vástago en el terreno de batalla, cuando su hijo Robert Michael Kelly falleció tras pisar una mina en Afganistán.

En el Departamento de Seguridad Nacional, creado tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington, ha tenido que lidiar con una agencia fuertemente burocratizada, una infinidad de departamentos y una plantilla de 250.000 empleados mucho menos motivados que los del Pentágono.

Además, ha estado en el centro de la ejecución de la política antiterrorista y migratoria de Trump, un proyecto faraónico de deportaciones masivas, un muro fronterizo con México y un rígido control de personas procedentes de países con historial terrorista.

Su nueva plaza, aunque muy distinta de las anteriores, tampoco será fácil: el epicentro de una Casa Blanca en la que reina la desconfianza, se agudiza la lucha de poderes y los despidos se anuncian, fulminantes, por Twitter.

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