Berlin (AFP).- La poderosa pero prudente canciller Angela Merkel se reunirá el martes en Washington con el impredecible Donald Trump en un primer cara a cara con las tensiones transatlánticas como telón de fondo.
El gobierno alemán se mostró ambiguo respecto a los temas que se discutirán. “Se tratará de una conversación sobre diversos temas bilaterales e internacionales y sobre la alianza transatlántica”, dicen desde el gobierno alemán.
Merkel, que era muy próxima a Barack Obama, también rechazó “adelantar” el contenido de la reunión.
Sin embargo, admitió que también acudía a Washington en calidad de representante de la Unión Europea, que Donald Trump ha denigrado en alguna ocasión.
“Por supuesto que voy a subrayar que nuestro país y su adhesión a la Unión Europea son las dos caras de la misma moneda”, indicó Merkel al margen de una cumbre de la UE en Bruselas.
Europa está expectante respecto a esta reunión, ansiosa por saber si Donald Trump respaldará el mensaje tranquilizador que su vicepresidente Mike Pence defendió en febrero sobre el carácter inquebrantable de la relación transatlántica.
Según la revista Der Spiegel, la canciller estará acompañada de los directores de Siemens y BMW para “ayudar a crear una buena atmósfera de conversaciones” y “destacar cuántos empleos se han creado” en Estados Unidos gracias a las inversiones alemanas.
Trump amenazó a las empresas, con BMW a la cabeza, con imponer fuertes sanciones aduaneras a su producción fabricada en México y vendida en Estados Unidos.
“En el caso de que el gobierno estadounidense vaya en serio con su nueva tasa, la canciller ya ha preparado una serie de medidas de represalia”, afirmó Der Spiegel.
Contraste
Por su parte, la Casa Blanca tampoco ha dado ningún detalle sobre las conversaciones entre Trump y Merkel. Un responsable se limitó a indicar que serán “cordiales” y que se “centrarán en los temas en los que podemos cooperar”.
El presidente insistirá una vez más en la necesidad de un alza del gasto militar de sus socios de la OTAN.
Según el responsable estadounidense, Trump también quiere sondear a la canciller sobre su “experiencia” con el presidente ruso, Vladimir Putin, mientras que las intenciones de Washington respecto a Moscú siguen siendo difusas.
Hasta ahora, los contactos entre Trump y Merkel han sido muy limitados: una llamada telefónica muy protocolaria poco después de la investidura del presidente.
El contraste entre ambos líderes es notabe, en la forma y en el fondo.
En la forma, porque mientras Donald Trump se lanza a lanzar mensajes impetuosamente en Twitter, la canciller alemana prefiere mantenerse reservada, a veces rozando el aburrimiento, recurriendo a expresiones siempre muy medidas.
Y en el fondo, porque ella es una atlantista convencida del libre mercado mientras que él, con su lema “Estados Unidos primero”, se muestra mucho más proteccionista.
Antes de asumir el cargo, Trump criticó a Merkel y su “error catastrófico” de 2015 de abrir su país a cientos de miles de refugiados.
Además, acusó a Berlín de haber transformado la Unión Europea en un “instrumento para Alemania”. A finales de enero, un próximo suyo, Peter Navarro, consideró que Alemania “explota al resto” de sus socios garantizando su excedente comercial récord para un euro “altamente infravalorado”.
Líder del mundo libre
Se espera que la canciller, adepta al multilateralismo, también presente al presidente estadounidense las prioridades de su presidencia del G20 en vista a la cumbre de Hamburgo en julio.
Allí, la canciller quiere poner el acento en la cooperación internacional y la ayuda al desarrollo, temas que están lejos de ser una prioridad para Trump.
¿Se tratará también la cuestión del respeto de los valores democráticos?
La portavoz de Merkel descartó pronunciarse, mientras que la canciller había recordado a Trump, al día siguiente de su elección, la importancia de “la democracia” y “de la dignidad del hombre independientemente de su color de piel, su religión, su sexo, su orientación sexual o sus convicciones políticas”.
Esta advertencia y su reunión con Barack Obama unos días después despertaron gran interés y varios comentaristas vieron en la canciller una “líder del mundo libre”.