Nada dura para siempre

La causa inmediata de esta situación parece ser el fracaso de Trump para derogar Obamacare, una lógica que deja mal parado al capitalismo, pues implica que los inversionistas se habrían alegrado con una reducción del número de personas con seguro médico.

Las lunas de miel son efímeras. Tras haberse comportado como una novia renuente con los cortejos de Donald Trump —antes de las elecciones—, el mercado bursátil estadounidense se sumergió rápidamente en un estado de romántica euforia luego de su triunfo. Los precios de las acciones subieron 12% entre el 8 de noviembre y el 1 de marzo, pero en los últimos días, el cariño se ha entibiado. Ahora se habla de desilusión.

Para los mercados no es sorpresivo experimentar periodos de ventas masivas. El índice S&P 500 llevaba más de 100 días sin caídas mayores a 1%, la racha más prolongada desde 1995, y continúa muy por encima de su nivel previo a las elecciones —respecto del dólar, que ha perdido la mitad de lo que aumentó desde noviembre—, de modo que no se debe exagerar el reciente revés.

La causa inmediata de esta situación parece ser el fracaso de Trump para derogar Obamacare, una lógica que deja mal parado al capitalismo, pues implica que los inversionistas se habrían alegrado con una reducción del número de personas con seguro médico. Pero el principal fundamento parece ser que, si los republicanos no pudieron cumplir su promesa de campaña, también tendrían dificultades para bajar los impuestos, medida que los inversionistas esperan para impulsar las utilidades corporativas y mejorar el crecimiento económico del país.

Este cambio de actitud pinta a los inversionistas como ingenuos. Es que Trump es un neófito, su enfoque en torno a los detalles de la política gubernamental es superficial y sus diferencias con los congresistas republicanos se hicieron claras durante la campaña, así que nadie debió haber esperado un fácil despliegue de los cambios prometidos. Además, un menor impuesto corporativo no es una ruta segura hacia el crecimiento: Reino Unido recortó su tasa marginal de 28% a 20% el 2010 y eso no ha provocado ningún boom productivo.

En cualquier caso, teniendo en cuenta que las negociaciones para crear un paquete tributario tomarán tiempo y que el impacto de las medidas no será inmediato, probablemente habrá que esperar hasta el 2018 para observar los efectos de un estímulo fiscal sobre el PBI estadounidense. Y si eso demora, la Reserva Federal (Fed) tendría menos necesidad de elevar sus tasas de interés, lo que debilitaría el atractivo del dólar para los inversionistas internacionales. Según proyecta la oficina de la Fed en Atlanta, el crecimiento del primer trimestre habría sido de solo 1%.

Dado que los analistas proyectaban un crecimiento de 12% en las ganancias de las empresas del S&P 500, había espacio para la decepción en la bolsa, sobre todo si se toma en cuenta que las acciones estadounidenses se negocian a un ratio precio-utilidad ajustado cíclicamente de 29, un nivel que solo fue excedido en los booms del fines de las décadas de 1920 y 1990.

Pero a nivel global, las bolsas no dependen de que Trump cumpla sus promesas. Su ánimo mejoró la pasada primavera (boreal) cuando comenzaron a disiparse las preocupaciones sobre una “estagnación secular” y un fuerte enfriamiento de la economía china. Para fines del 2016, las exportaciones asiáticas se recuperaban, los precios de los commodities subían y las proyecciones de crecimiento para el 2017 se revisaban al alza.

Así que los inversionistas iniciaron el año con optimismo. Según una encuesta a administradoras de fondos, el 74% espera que los valores globales generen mejores retornos que los bonos gubernamentales durante los próximos doce meses y el 70% espera que las ganancias globales crezcan. La confianza de los empresarios alemanes se ha recuperado, lo mismo que la de los consumidores de la eurozona.

En tanto, las ganancias industriales chinas en enero y febrero fueron 31.5% mayores que en el mismo periodo del año pasado. Los índices de las bolsas emergentes han subido mucho más que el S&P 500 en lo que va del año (12% en promedio) y sus valores se negocian a un histórico ratio precio-utilidad menor a 14, de acuerdo con el banco francés Société Générale.
En suma, los mercados bursátiles podrían haber estado muy bien incluso si hubiese sido otro el resultado de las elecciones en Estados Unidos. Es más, la agenda de Trump podría ser más una amenaza que una promesa para los inversionistas internacionales, sobre todo si su Gobierno busca una línea proteccionista o comete algún error en sus enfrentamientos con China, Irán o Corea del Norte.
Los mercados reaccionaron tan dramáticamente al alza ante la victoria de Trump, que ahora los inversionistas podrían tener motivos para recordar este viejo dicho: “Antes que te cases, mira con quién lo haces”.

*Traducido para Gestión por:
Antonio Yonz Martínez
© The Economist Newspaper Ltd,
London, 2017*

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