(Bloomberg) La segunda edición de la prohibición de viajes del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, no llegó con estruendo sino con un susurro.
El presidente no hizo ninguna declaración él mismo, ni siquiera un tuit. Firmó la orden en privado. Su promulgación se retrasó 10 días, asegurando que no hubiese ningún estrago en los aeropuertos. Los detalles fueron cuidadosamente esbozados para los periodistas por adelantado, y el texto de la orden estuvo disponible para el público menos de una hora después de que Trump lo firmó.
La introducción de la medida fue aburrida de manera deliberada: fue el tipo de tratamiento que se espera para una reglamentación menor, no una de las promesas emblemáticas de campaña del nuevo presidente.
Todo fue un reconocimiento tácito de la calamitosa introducción del primer intento del presidente de impedir los viajes a Estados Unidos de ciudadanos de un grupo de países predominantemente musulmanes. El anuncio del lunes, en comparación, fue cuidadosamente organizado para sofocar la confusión y la controversia.
Trump personalmente consultó a sus asesores sobre la manera de presentar la orden durante una cena del sábado por la noche en Mar-a-Lago, su complejo turístico en Palm Beach, Florida, según el secretario de prensa de la Casa Blanca, Sean Spicer.
Entre los invitados estaban el secretario de Justicia, Jeff Sessions; el secretario de Seguridad Nacional, John Kelly; el asesor letrado de la Casa Blanca, Don McGahn, y sus principales asesores, Steve Bannon y Stephen Miller.
El presidente y su equipo “elaboraron los detalles finales de cómo se vería y cómo se pondría en marcha”, dijo Spicer. Después de la comida, asesores de la Casa Blanca y organismos gubernamentales fueron notificados de que la orden sería emitida el lunes.
Personal de comunicación tanto de la Casa Blanca como del Departamento de Seguridad Nacional se reunieron el domingo para compilar una hoja informativa, con puntos destacados y preguntas frecuentes para funcionarios subalternos y periodistas, de acuerdo con un funcionario de la Casa Blanca que pidió el anonimato para hablar de los preparativos internos. Ningún material de este tipo acompañó la primera orden de Trump el 27 de enero.
Los funcionarios decidieron que Kelly, Sessions, y el secretario de Estado, Rex Tillerson, presentarían la orden con una declaración del mediodía después de una rueda de prensa con funcionarios de cada uno de sus departamentos para esbozar los detalles de la orden y los cambios respecto del original.
Kelly, cuyo departamento respaldó la segunda orden ejecutiva, pasó el domingo y el lunes llamando a interesados y líderes del Congreso para explicar lo que implicaría.
Perfil bajo
Mientras tanto, la Casa Blanca pasó a tener un perfil notablemente bajo. Trump firmó la nueva prohibición de viajes fuera de la vista de los periodistas que lo cubren. Spicer optó por celebrar su sesión de prensa diaria fuera de cámaras, lo que significó que el video de él defendiendo la orden —o tratando de explicar la explosiva e infundada acusación del presidente el sábado de que su predecesor, el ex presidente Barack Obama, había interceptado su teléfono— no comprometería la cobertura del anuncio por los secretarios del gabinete en las noticias por cable.
La campaña de difusión siguió a semanas de trabajo de personal del Departamento de Justicia, así como a expertos en visados del Departamento de Estado consultados para elaborar cuidadosamente el lenguaje de la orden, con la esperanza de evitar un desafío legal exitoso.
El proceso requirió conciliar ideas que procedían directamente del presidente y los titulares de gabinete, de acuerdo con el funcionario de la Casa Blanca.
“No debería haber sorpresas, ya sea en los medios de comunicación o en el Capitolio”, dijo Kelly durante la declaración de los secretarios de gabinete el lunes.
No admitieron preguntas.