(AFP) El presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, ganó junto a su esposa, Rosario Murillo, un tercer mandato consecutivo y se prepara para consolidar un poder absoluto, sin una oposición real, mientras sus adversarios desconocen el resultado electoral y piden repetir la elección.
Ortega -que ya había gobernado a Nicaragua con la revolución sandinista entre 1979 y 1990- arrasó en los comicios del domingo con 72.5% de los votos frente a 15% para el candidato del derechista Partido Liberal Constitucionalista (PLC), Maximino Rodríguez, indicó este lunes el reporte final del Consejo Supremo Electoral (CSE).
Sin embargo la oposición advirtió que no acepta los resultados debido a una abstención “masiva”, y exigió convocar nuevas elecciones con un tribunal electoral imparcial y la presencia de observadores internacionales.
“No reconocemos los resultados de esta farsa y con la fuerza de la voluntad manifestada por el pueblo de Nicaragua, las declaramos nulas”, manifestó el domingo la dirigente del opositor Frente Amplio de la Democracia (FAD), Violeta Granera.
El gobierno estadounidense también se mostró preocupado por el proceso electoral nicaragüense, que consideró “viciado”, y criticó la ausencia de observadores internacionales y el cierre de espacios a la oposición, según el portavoz adjunto del Departamento de Estado, Mark Toner.
La oposición calculó que la abstención fue de más de 70%, incluso en lugares donde el partido de Ortega tenía influencia, pero según el CSE fue de un 31.8%.
Las leyes nicaragüenses no contemplan una participación mínima para validar una elección, por lo que el candidato que obtenga más votos gana la contienda.
Antes de los comicios, grupos opositores llamaron a no votar para deslegitimar el proceso electoral, del que quedaron excluidos tras un fallo de la justicia que los despojó de la representación legal del Partido Liberal Independiente cuatro meses antes de las elecciones.
Pareja presidencial
Los comicios han estado dominados por Ortega, quien cumplirá 71 años el 11 de noviembre.
El mandatario llevó a su esposa y mano derecha Rosario Murillo como candidatura a la vicepresidencia, con quien ha cogobernado los últimos años
Murillo, de 65 años, ha sido la portavoz del gobierno de Ortega, pero sus labores van más allá de la comunicación: controla la agenda oficial y ejerce una influencia en el gobierno que nadie se atreve a contrariar.
Militante sandinista desde la década de 1970 y madre de diez hijos, dos adoptados, esta excéntrica poetisa de 65 años conocida por su estilo autoritario es adorada por los simpatizantes de Ortega y apodada “bruja” por los opositores.
“Durante los últimos diez años, la señora Murillo ha asumido en muchas ocasiones las funciones de jefe de Estado”, dijo a la AFP por correo electrónico Verónica Rueda Estrada, una experta en Nicaragua de la Universidad de Quintana Roo de México.
La oposición acusa a Ortega, quien controla todo el aparato estatal, de querer instaurar una nueva dinastía en el país similar a los Somoza, familia que rigió los destinos de Nicaragua entre 1934 y 1979.
Apoyo y críticas
Los presidentes de Cuba, Raúl Castro, y de Venezuela, Nicolás Maduro, miembros de la Alianza Bolivariana de las Américas (ALBA), felicitaron a Ortega y Murillo por su triunfo electoral.
Ortega también recibió saludos de los gobiernos de El Salvador y México.
Entre tanto, el gobernante costarricense Luis Guillermo Solís criticó la ausencia de observadores internacionales y falta de espacio para la oposición.
En la última década, Ortega acumuló un enorme poder político gracias a la conducción de su partido, una alianza con el sector empresarial y el apoyo de Venezuela, que le permitió un crecimiento económico de entre 4% y 5% en los últimos cinco años consecutivos.
Según datos oficiales, entre el 2007 y el primer semestre del 2016, Nicaragua recibió casi US$ 4,800 millones en préstamos blandos e inversiones de Venezuela, que fueron manejados fuera del presupuesto y sin fiscalización.
La mayor parte fue invertida en proyectos de energía, desarrollo del comercio, grupos empresariales, agricultura, construcción de viviendas y programas sociales que permitieron reducir la pobreza de 42.5% a 29.6% entre el 2009 y 2014, según cifras del Banco Mundial.
Pero la crisis política y los bajos precios del petróleo afectaron la cooperación y el comercio con Venezuela, que hasta el 2015 era el segundo socio en importancia de Nicaragua después de Estados Unidos.
También las “correctas” relaciones con Estados Unidos penden de un hilo. La denominada ley “NICA Act” (Condicionalidad a las Inversiones Nicaraguenses), aprobada el pasado 21 de setiembre por la Cámara de Representantes, busca impedir que Nicaragua tenga acceso a fondos internacionales hasta que promueva reformas democráticas, que garanticen elecciones libres.
De ser aprobadas por el Congreso y refrendadas por el presidente Barack Obama, las sanciones impedirían a Nicaragua recibir financiamiento de organismos multilaterales por unos US$ 250 millones anuales, que representan 40% de la inversión pública del país.