Sí, Trump hace que la xenofobia haya pasado a ser aceptable

Las normas sociales de amabilidad, tolerancia y respeto son frágiles. Si gobernantes como el presidente estadounidense Donald Trump burlan esas normas, ellas podrían perder fuerza.

Donald Trump. (Foto: Bloomberg)
Donald Trump. (Foto: Bloomberg)

(Bloomberg).- A muchos en los Estados Unidos y Europa les preocupa que, si políticos importantes dan indicios de que rechazan y temen a los inmigrantes, los extranjeros y las personas pertenecientes a religiones minoritarias, liberarán los impulsos más bajos de la gente y alimentarán la violencia.

En su opinión, las normas sociales de amabilidad, tolerancia y respeto son frágiles. Si gobernantes como el presidente estadounidense Donald Trump burlan esas normas, ellas podrían perder fuerza.

El trabajo más serio sobre el tema es el del economista Timur Kuran, de la Universidad Duke, que ha estudiado la “falsificación de las preferencias”. En opinión de Kuran, hay una gran diferencia entre lo que la gente dice que piensa y lo que en realidad piensa. A veces para bien y a veces para mal, los actos y afirmaciones de la gente están condicionados por las normas sociales imperantes. Cuando las normas comienzan a desintegrarse, se pueden observar cambios de una rapidez sorprendente en lo que la gente dice y hace.

El principal ejemplo de Kuran es la caída del comunismo en Europa oriental, el cual, dice, se sostuvo durante mucho tiempo debido a la errónea convicción generalizada de que otras personas apoyaban el comunismo. Una vez que ciudadanos importantes empezaron a proclamar que detestaban el comunismo, otros se sintieron en libertad de decir que también lo detestaban, y los regímenes se encaminaron al derrumbe.

La teoría de Kuran puede tener una amplia aplicación. A fines de la década de 1990 Kuran pronosticó la reacción contra los programas de acción afirmativa y sostuvo que mucha gente se oponía a esos programas, aunque no lo decía. Millones de personas apoyaban el matrimonio entre personas del mismo sexo antes de sentirse en libertad de decirlo.

Cuando los profesores guardaron silencio luego de que estudiantes de izquierda se opusieran a disertantes conservadores, tal vez no se debió a que lo aprobaran sino a que habrían capitulado ante las normas sociales del campus. Hay un fuerte tabú respecto del antisemitismo, lo cual limita su expresión pública.

Es difícil corroborar ese tipo de ideas con rigurosidad, pero un grupo de economistas lo hace en un nuevo trabajo.

Leonardo Bursztyn, de la Universidad de Chicago, Georgy Egorov, de la Universidad del Noroeste, y Stefano Fiorin, de la Universidad de California en Los Ángeles, diseñaron y elaboraron un experimento para comprobar si el éxito político de Trump afecta la disposición de los estadounidenses a apoyar en público a una organización xenófoba. Determinaron que sí. Se trata de un pequeño hallazgo que tiene grandes implicaciones.

El experimento es complicado, de modo que les pido paciencia. Dos semanas antes de la elección, Bursztyn y sus colegas reclutaron a 458 personas de ocho estados en los que el sitio web Predictwise dijo que Trump ganaría con toda seguridad (Alabama, Arkansas, Idaho, Nebraska, Oklahoma, Mississippi, West Virginia y Wyoming). Se dijo a la mitad de los participantes que Trump ganaría la elección. La otra mitad no recibió información sobre la victoria pronosticada de Trump.

Luego se hizo una serie de preguntas a todos los participantes, entre ellas si autorizarían que los investigadores donaran US$1 a la Federación para la Reforma Estadounidense de la Inmigración, que describieron con exactitud como una organización opuesta a la inmigración cuyo fundador ha escrito: “He concluido que para que perduren la sociedad y la cultura europeo-estadounidenses hace falta una mayoría europeo-estadounidense, y de forma muy clara”. Si los participantes aceptaban autorizar la donación, se les decía que se les pagaría US$1 más.

Es aquí donde las cosas se ponen interesantes. Se aseguró a la mitad de los participantes que su decisión de autorizar una donación sería anónima. A la otra mitad no se le aseguró eso. Al contrario, se le dijo que los miembros del equipo de investigación podrían contactarlos, lo que sugería que su disposición a autorizar la donación podría hacerse pública.

En el caso de aquellos a los que no se informó sobre la victoria pronosticada de Trump en su estado, donar al grupo que se oponía a la inmigración resultó mucho más atractivo cuando se les aseguró el anonimato: el 54% autorizó la donación al amparo del anonimato, en contraste con el 34% cuando la autorización podía hacerse pública.

Pero en el caso del grupo al que se informó que Trump ganaría, el anonimato no tuvo importancia alguna. Ante la propuesta, alrededor de la mitad de los participantes se mostró dispuesta a autorizar la donación independientemente de si recibía una promesa de anonimato.

Como prueba adicional, Bursztyn y sus colegas repitieron el experimento en los mismos estados durante la semana posterior a la elección de Trump. Determinaron que la victoria de Trump también eliminaba los efectos del anonimato: una vez más, aproximadamente la mitad de los participantes autorizó la donación independientemente de si la autorización se hacía pública.

La conclusión es que, de no haber ganado Trump la elección, muchos estadounidenses se negarían a autorizar una donación a una organización opuesta a la inmigración a menos que se les prometiera anonimato. Pero con Trump en la presidencia, la gente se siente liberada. El anonimato ya no tiene importancia, aparentemente porque la elección de Trump debilitó la norma social contra el apoyo a los grupos de oposición a la inmigración. Ahora está bien coincidir en que “para que perduren la sociedad y la cultura europeo-estadounidenses hace falta una mayoría europeo-estadounidense, y de forma muy clara”.

Nada en esos descubrimientos demuestra que la elección de Trump lleva a una erosión de las normas sociales contra la grosería y el odio, y mucho menos contra la violencia. Pero son sugestivos. A veces la gente no dice lo que piensa ni hace lo que quiere debido a sus convicciones sobre las convicciones de sus conciudadanos. El gobernante de un país puede transmitir fuertes señales sobre esas convicciones y disminuir así los efectos de normas sociales que reprimen los impulsos desagradables.

Por Cass R. Sunstein

Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial ni la de Bloomberg LP y sus dueños.

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