AFP.- Legisladores escépticos del cambio climático y científicos sostuvieron una tensa audiencia en la Cámara de Representantes en Washington, al día siguiente de que Donald Trump aprobara medidas que atacan frontalmente la ley de Barack Obama sobre el clima.
No es la primera vez que una audiencia difícil de este tipo tiene lugar en los últimos años ante esta comisión de Ciencia, Espacio y Tecnologías de la Cámara.
Pero la del miércoles fue particularmente preocupante: legisladores y científicos intercambiaron insultos, acusándose de emplear métodos “soviéticos” o de mentir.
Michael Mann, profesor de Ciencias Atmosféricas de la Universidad Estatal de Pensilvania y quien ha recibido amenazas de muerte en el pasado por su trabajo sobre el cambio climático, fue el único de los cuatro expertos científicos invitados que defendía la idea de que las actividades humanas inciden significativamente en el calentamiento global. Un consenso compartido por el 97% de la comunidad científica.
Algunos de sus colegas le habían sugerido boicotear la audiencia frente a los 22 legisladores republicanos, muchos de ellos escépticos sobre el cambio climático, y 16 demócratas que componen el comité científico de la Cámara.
“En el pasado, la comunidad científica ha participado en estas audiencias, a pesar de que las preguntas básicas sobre el cambio climático vuelven de nuevo a ser si la Tierra gira alrededor del sol. ¡Basta!”, escribió antes de la audiencia David Titley, profesor de la Universidad Estatal de Pensilvania, en el Washington Post.
Dudosas predicciones
“Yo estaba listo para esta batalla que se anunciaba, tenía que inyectar algunos datos científicos a esta audiencia”, dijo Mann a la AFP después.
Pero las cosas se tornaron amargas rápidamente, cuando el presidente de la comisión, el republicano de Texas Lamar Smith, afirmó de entrada que los climatólogos a menudo “informan de hallazgos alarmistas de manera errónea, así como de hechos”.
“Una gran parte de la ciencia del clima parece hoy basada en exageraciones, ambiciones personales y predicciones dudosas más que en métodos científicos”, dijo.
A lo largo de la audiencia de casi tres horas, los republicanos no dieron respiro al profesor Mann. Cuando se refirió a un artículo publicado en Science, revista de referencia, Lamar Smith lo cuestionó porque esta publicación “no es conocida por ser una publicación objetiva”.
Algunos legisladores cuestionaron a Michael Mann con tono de fiscales y un republicano de California, Dana Rohrabacher, incluso se atrevió a afirmar que los climatólogos emplean “tácticas estalinistas”.
Barry Loudermilk, republicano de Georgia también lanzó un argumento sorprendente, destacando la variabilidad natural de las evoluciones climáticas: “Se podría decir que usted niega el cambio natural”, lanzó al profesor Mann.
Punto en común
Michael Mann no se quedó quieto, y reaccionó acusando a los republicanos de dejarse influenciar por los grupos de presión, comenzando por las industrias de combustibles fósiles que financian sus campañas.
Los legisladores demócratas señalaron también que tres de los cuatro científicos que asistieron a la audiencia del miércoles estaban al margen de las investigaciones del clima: “Para un panel equilibrado necesitaríamos otros 96 doctores Mann”, criticó Suzanne Bonamici, de Oregón.
Otros demócratas trataron de encontrar al menos algunos puntos en común entre los cuatro científicos: todos estuvieron de acuerdo en que los recortes en el presupuesto para la ciencia eran una mala idea.
Al final de la audiencia, cuando se le preguntó a Mann si creía que se habían logrado avances, Mann afirmó que espera que “los observadores objetivos vean dónde está el verdadero debate”.
“La cuestión no es saber si tenemos un problema. Es lo que decidamos hacer para resolverlo”, concluyó.
En su primer proyecto de presupuesto, presentado a principios de marzo, Donald Trump reduce drásticamente los fondos para la Agencia de Protección Ambiental (EPA) y para la lucha contra el calentamiento global.
Y el martes firmó un decreto sobre la independencia energética muy favorable a la industria del carbón, la energía fósil más contaminante.