Mirar a los dos lados antes de cruzar la pista. No recorrer callejones oscuros. Evitar conversar con extraños en la avenida. Ya tenemos de memoria las medidas básicas de seguridad en las calles, pero qué sucede con nuestra vida online.
La Internet está llena de riesgos. Desde phishing, ransomware hasta acoso virtual. Todo es posible en el mundo electrónico, y eso incluye múltiples crímenes.
Jocelyn Otero, gerente de Marketing para España y Latinoamérica de Bitdefender, explicó a gestion.pe qué actitud debemos guardar cuando naveguemos en la red.
“Deposita US$ 1,000 a esta cuenta o no podrás acceder a tus archivos” es un típico ataque de ransomware que podemos evitar.
Todo comienza con un clic. Usualmente el anzuelo es un vídeo interesante o un adjunto en el correo que luce súper tentador. El virus actúa de inmediato.
Facebook en jaque
Pero este tipo de troyanos no es lo único que debe preocuparnos. Otero advierte de una modalidad mucho más común e igual de rentable para el delincuente.
Cuántas veces queremos buscar un tutorial, una “noticia” o un simple meme, y la página nos manda un familiar aviso que solicita ciertos permisos en Facebook para acceder al contenido.
Muchas veces el clic es casi un reflejo, involuntario. ¿Pero a qué renunciamos con este simple permiso?
Entre los accesos suele encontrarse las fotos, vídeos, lista de amigos, likes, información personal, etc. En pocas palabras, regalamos nuestros datos privados, sin saber siquiera a quién.
Y el tema se complica más cuando no sabes para qué utilizan esos datos. Lo más inocente sería almacenar la información para un estudio de mercado (y sin pagarnos, obvio). Pero la creatividad de estos individuos puede crecer en áreas más perversas.
Por ello es importante conocer las políticas de privacidad de nuestras redes. Es decir, saber qué mostramos, a quién lo mostramos y cómo podemos protegernos.
Little phishing
“Mi hijo de cinco años juega con el teléfono y de la nada le salta un anuncio invitándolo a hacer algo”, ese clic inocente puede derivar en un crimen serio, como pedofilia, anota Otero.
Esta modalidad es casi un phishing para niños, con el agravante que los pequeños no cuentan con la perspicacia de un adulto para detectar este tipo de estafas.
Y es que el teléfono ahora contiene desde la ubicación hasta el itinerario de todos los usuarios. Imaginen esos datos sensibles (de un niño) en las manos de un criminal.
Una de las soluciones que propone Otero es el control parental. Además de monitorear el comportamiento de los pequeños, podemos saber a qué posibles amenazas se estén enfrentando.
Sin embargo, al final, como menciona la ejecutiva, esta opción es solo un medio. El objetivo siempre es aprender y prevenir. La idea no es ir armado hasta los dientes en la calle más peligrosa de la ciudad. Simplemente evitar pasar por ahí.