Así mueven sus fichas los millonarios en el negocio del arte

Las grandes fortunas desembolsan millones de dólares en piezas, que en el futuro pueden duplicar su valor.

Las obras de arte son una valiosa inversión. Y los millonarios lo saben. Una pintura puede revalorizarse con el tiempo y duplicar, triplicar e incluso cuadruplicar su precio con los años. Por eso, las grandes fortunas están dispuestas a desembolsar millones de dólares por un Picasso, un Gauguin o un Monet.

Paul Allen, cofundador de Microsoft, es un claro ejemplo. Hace algunos meses, el empresario vendió un cuadro del alemán Ritcher por más de US$ 25 millones, del doble de los US$ 11,2 millones que había pagado 10 años antes.

En su colección privada también destacan un Gauguin, de US$ 39,2 millones y un Renoir de US$ 13,2 millones.

Otra de las grandes coleccionistas es Ophrah Winfrey. En febrero, la magnate de las comunicaciones vendió “Retrato de Adele Bloch – Bauer II”, de Gustav Klimt, en US$ 150 millones. Lo había comprado hacía 11 años en US$ 90 millones.

Sin embargo, no todas las transacciones son exitosas. El ruso Dmitri Rybolovlev –dueño del Mónaco FC – está hace años enfrentado en tribunales con el comerciante de arte suizo Yves Bouvier, que le vendió un retrato de Jesucristo, de Leonardo Da Vinci, por US$ 127,5 millones. Tras la compra, el ruso supo que Bouvier había adquirido la pieza por “solo” US$ 80 millones hacía poco tiempo. Por eso lo demandó acusándolo de estafa por ocultarle el precio anterior.

El Mercurio

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