¿Qué rumbo está tomando el diseño de ropa?

Lo tradicional se volvió obsoleto, prendas de cuero de salmón o de anguila son la nueva moda. ¿Los tejidos biológicos prometen ser toda una revolución?

La mezcla se convierte en una especie de tela-cuero, la cual se puede cortar, teñir y cocer.
La mezcla se convierte en una especie de tela-cuero, la cual se puede cortar, teñir y cocer.

¿Qué rumbo está tomando el diseño de ropa? Un claro ejemplo, la cantante Lady Gaga, quien se ha convertido en un ícono de moda. Aunque sus atuendos puedan ser estrafalarios -incluso causar repulsión, como cuando se vistió con carne- también ha sido parte del nuevo rumbo que está tomando el diseño de ropa, uno que va mucho más allá de quién vende más o se ve mejor.

“Son las máquinas las que están transformando la manera en que nos vestimos”, aseguró Nancy Tilbury, directora creativa del Studio XO, en Londres, y responsable de uno de los trajes de la cantante.

Envuelta en cintas de lo que parecía plástico, Lady Gaga posó frente a las cámaras con un encantador vestido blanco del cual salían constantemente burbujas de jabón. Todo era automático y fue creado por impresoras 3D.

“Existe una nueva tendencia que vincula los textiles con otras disciplinas como ingeniería, ciencias de la salud o química, entre otros, donde la sinergia de conocimientos está produciendo resultados alucinantes que mejoran la calidad de vida de las personas”, dice Camila Ríos, académica de la Escuela de Diseño de la Universidad Católica.

Este nuevo movimiento no solo se trata de producir materiales con tecnologías recién desarrolladas, sino también de hacerlo de formas sustentables y en base a las cosas más impensadas.

Cuando Camila Ríos habla de mejorar en la calidad de vida no solo se refiere a lo que entendemos hoy como ropa inteligente, sino a un paso más allá.

Por ejemplo, cuenta, “Vigour” es un proyecto creado por Pauline van Dongen en colaboración con TU Eindhoven y Textiel Museum, en Holanda, de prendas para adultos mayores con sensores que monitorizan y controlan los movimientos del usuario. A través de una aplicación, terapeutas o cuidadores custodian los procesos de rehabilitación de la persona.

En esa misma línea, pero aún más adelante, es lo que está desarrollando desde hace años Adidas, cuenta Mari Gálmez, directora Núcleo Diseño del Campus Creativo de la UNAB.

El objetivo acá no es que un aparato externo -como los que existen hoy- “lea” las calorías gastadas o kilómetros recorridos por el deportista, sino que la misma ropa lo haga.

“Son sensores incorporados a las telas, y eso podría estar en nuestra ropa común en diez años”, dice.

Y hay mucho más. El mismo MIT está trabajando en varios proyectos, agrega, los que van desde textiles que interactúan con la persona al cambiar de color según el estado de ánimo de esta, hasta terciopelos que repelen el agua o algodones que no se apelotonan. Todo podría estar luego en el mercado.

Pero la tecnología aquí no lo es todo. Otro de los caminos de los nuevos materiales va por el lado de la sustentabilidad, la que tiene más de una forma de ser amigable con el medio ambiente.

“Hoy se está privilegiando lo sustentable bajo la premisa de que ya no se hacen productos desechables, sino que se piensa en un diseño eficaz”, opina Natalia Yáñez, académica de la Escuela de Diseño de la Universidad Diego Portales.

Esto es parte de lo denominado como “slow fashion” -un concepto que deriva del movimiento con principios equivalentes al que comenzó con la comida- que va en contra de la ropa barata y de mala calidad.

Esto porque es producida en masa y porque es desechable y, por ende, no amigable con el ambiente, ni en su producción, ni en su descarte.

Un ejemplo de ello fue la campaña de la tienda outdoor Patagonia que decía: “No compre esta chaqueta”. Encabezado por el montañista Rick Ridgeway, la filosofía detrás era que si no se necesitaba realmente una nueva prenda, no era necesario comprar otra.

“Nada puede ser totalmente neutral con el medio ambiente, pero sí se puede trabajar en acercarse a ello”, asegura el deportista.

En este camino de lo sustentable, otro aspecto que es importante, agrega Natalia Yáñez, es quién produce los materiales y en qué contexto. “Si el algodón orgánico de Perú sale más caro importarlo, y por ende su huella de carbono es mayor, podría no ser absolutamente sustentable. En cambio si tejo algo localmente, no solo es más amigable ambientalmente, sino que también ayuda al desarrollo local”, explica.

Los procesos de producción igualmente están cambiado, agrega Mari Gálmez. “El gasto energético y de agua al teñir las telas es muy grande, por lo que se está trabajando, por ejemplo, en procesos sin agua”, dice.

Lo que se viene
Hablamos de romper paradigmas, dice Camila Ríos, en cuanto a la búsqueda de nuevos materiales menos contaminantes se trata. Bajo esta reflexión, cuenta como ejemplo, Elif Bilgin (16) creó un bioplástico producido a partir de cáscaras de plátano en reemplazo del común generado en base a petróleo, el que presentó en la Google Science Fair de 2013.

“Esto rompe con la premisa de explotar un recurso no renovable, encontrando nuevas fuentes de energía con potenciales de crear nuevos materiales”, opina.

Otro ejemplo de ello es pinatex, una especie de cuero hecho a partir de las hojas y restos de la cosecha de la piña. Elaborado en Filipinas, el material sirve para confeccionar zapatos, sombreros o incluso muebles, y empresas como Puma o Camper están comenzando a trabajar con él.

Ahora bien, aunque el cuero de salmón o de anguila, como se utiliza en otras partes, han comenzado a reemplazar a las curtiembres tradicionales, no es lo único nuevo que se está desarrollando. Los tejidos biológicos también prometen ser toda una revolución.

Mezclando té verde, azúcar, bacterias y levaduras Suzanne Lee, directora de BioCouture -un taller que se dedica a “hacer crecer” materiales-, logró una materia prima única.

En dos o tres semanas, la mezcla se convierte en una especie de tela-cuero, la cual se puede cortar, teñir y cocer. Obviamente es biodegradable y dura en buen estado, por lo menos, cinco años.

“Este tipo de materiales son más cercanos al proceso de fabricación de cerveza. Crecen de seres vivos y pueden adaptarse a distintas formas y mutar. En cinco años podrían estar disponibles”, termina Mari Gálmez.

En el caso local, agrega, esto ha pasado porque comenzó ha aparecer un nicho de consumidores que prefieren optar por vestuario elaborado a baja escala, y con ello los diseñadores logran clientela suficiente para sostenerse.

En cuanto a los materiales, Camila Ríos, académica de la Escuela de Diseño de la Universidad Católica, asegura que Chile aún está en una etapa exploratoria tanto de materias primas como de tecnologías asociadas.

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