Aunque parece fácil —y lo es—, lo cierto es que muchas personas por alguna razón no pueden u olvidan hacerlo, o se les cruzan otras prioridades en el camino y lo posponen.
La solución es ahorrar e invertir de manera automática, programar sus productos financieros para que cada quincena o mes la cantidad necesaria para sus metas se separe e invierta sin que nadie intervenga.
En países desarrollados como Estados Unidos y de Europa, donde los sistemas bancarios y de pago están mucho más avanzados que en México, esto es cosa de todos los días. Las finanzas personales se pueden automatizar completamente. En otras palabras, con una cuenta bancaria se puede programar todo: pagos automáticos a tarjetas o créditos que estén en otros bancos (en México los bancos sólo lo ofrecen para créditos de la misma institución, no de otras); transferencias automáticas a casi cualquier otra cuenta en un banco, en una unión de crédito, en una casa de Bolsa o en un fondo de inversión. También se pueden pagar todos los servicios de esta manera.
Nos podemos olvidar de ahorrar y de invertir para nuestras metas financieras, porque todo se hace de manera automática. Claro, esto no significa que de vez en cuando no veamos el desempeño de nuestro portafolio para ver que todo marche sobre ruedas. Sin embargo, sí nos permite quitarnos un asunto muy importante de encima, para enfocarnos en administrar y disfrutar el resto de nuestro ingreso, sabiendo que ya nos hemos ocupado de nuestras metas financieras.
Pensemos por un momento en esta forma de administrar nuestras finanzas personales: cada quincena recibimos el salario en nuestra cuenta de cheques. El día que nos pagan, de forma automática parte de nuestro dinero se va directamente hacia cuentas de ahorro e inversión. En éstas últimas, el dinero se invierte según el portafolio definido para cada meta de largo plazo, el cual, además, cada cierto tiempo se rebalancea y optimiza fiscalmente.
Por otro lado, todas nuestras tarjetas de crédito se pagan automáticamente en la fecha límite, así no olvidamos ninguna. Puede ser el mínimo o el saldo para no pagar intereses. También se paga la luz, el mantenimiento, el gas y cualquier otro servicio recurrente, los seguros y hasta la colegiatura de los niños, sin tener que mover un dedo.
Lo que sobra es lo que podemos gastar para comprar lo que queremos, sin ninguna culpa y sin riesgo de endeudarnos. Es nuestra libertad. Suena bien, ¿no? En países desarrollados esto es una realidad, en México no.
En nuestro país desafortunadamente las opciones son mucho más limitadas. A pesar de que sí existen, no podemos hacerlo con esa libertad. Por ejemplo, un banco no puede cobrar automáticamente el pago de la mensualidad de nuestra hipoteca a una cuenta de cheques que está en un banco distinto. El propio gremio lo ha tratado de impedir.
De hecho, aunque parezca increíble, son pocos los bancos que ofrecen a sus clientes una alternativa de ahorro e inversión automática incluso para sus propios productos. De esta forma, son pocas las instituciones en las que puedes pedir que de manera automática pasen dinero de tu cuenta de ahorros hacia alguno de los productos de inversión dentro de la misma institución.
La tecnología actual permitiría hacer esto y más, pero estamos demasiado atrasados, los bancos lo impiden y la autoridad no lo promueve como debería. Por eso, entre muchas otras cosas, nos falta competitividad como país. No queremos dar el salto al primer mundo, no sólo en el sector financiero.
No obstante, existen algunas opciones que si bien no son perfectas, pueden ayudarnos. Hay empresas que han logrado ofrecer a sus clientes el servicio de ahorro domiciliado y absorben los costos (de forma parcial o total) que ello representa, porque los bancos cobran también comisiones por ejecutar estas instrucciones a las empresas que reciben los recursos. Debemos aplaudir estos esfuerzos y voltearlos a ver. Nos corresponde a nosotros como consumidores premiar que quieran diferenciarse de esta manera y ofrecer servicios más eficientes a favor de los clientes. No todos son iguales, afortunadamente.
El Economista de México
Red Iberoamericana de Prensa Económica (RIPE)
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