El uso de las tarjetas de crédito y, fundamentalmente su mal uso, es un tema de alta relevancia en la discusión sobre el manejo adecuado de la conducta financiera.
Las tarjetas de crédito se han convertido en instrumentos que, mal manejados, propician el crecimiento del endeudamiento de las personas, aun por encima de los márgenes que las finanzas y la propia prudencia aconsejan.
Algunos estudios relativos a la forma en que compramos muestran que las tarjetas de crédito facilitan las compras impulsivas, siendo por ello un factor relevante que explica su utilización más asociada a la realización de compras que no generan valor y sí perjudican las finanzas de las personas, al no regular la estructura de gasto y mantenerla dentro de parámetros razonables y adecuados a la estructura de ingreso de las personas.
Pero se ha encontrado, adicionalmente, que existen factores de conducta que asocian la utilización de ese medio de pago con una conducta de mayor displicencia en compras específicas, incluso respecto del tipo de comida que compramos con ellas.
Pagar en efectivo nos hace reflexionar más
En el estudio “How credit card payments increase unhealthy food purchases: visceral regulation of vices”, de Thomas, Kaushik y Seenivasan (y otros similares realizados), se encontró que, entre estudiantes universitarios, aquellos que realizan sus compras en efectivo tienden a preocuparse más con respecto a la calidad nutricional de los alimentos que compran.
Las investigaciones realizadas mostraron que las personas cuando utilizan tarjetas de crédito como medio de pago, tienden a comprar productos que, de manera consciente, reconocen son perjudiciales para su salud.
Lo anterior se deriva, aparentemente, de que el medio de pago en efectivo provoca para la generalidad de las personas una sensación de mayor sacrificio; al desprenderse físicamente de recursos, que de manera tangible perciben que poseen.
Por el contrario, la adquisición a través una tarjeta de crédito (e incluso de débito), genera la percepción de un pago a futuro; lo que propicia una conducta de la mayor indulgencia, tanto en el gasto, como en esta investigación, en las características negativas de lo adquirido.
En otros estudios realizados con adolescentes, se ha mostrado que por su falta de experiencia financiera y su mayor proclividad a los impulsos de corto plazo (por un menor control de los impulsos de recompensa inmediata), las tarjetas de crédito pueden provocar a través de la repetición de la conducta, la generación de un hábito que incremente la falta de reflexión y consecuentemente, la frecuencia de las compras de impulso y, como en este caso, de productos que, como la comida chatarra, no sólo no generen valor financiero, sino que provoquen una afectación a la salud.
En este sentido, la utilización de efectivo para los gastos diarios, si bien puede representar un tema delicado para quienes nos preocupa la seguridad y la delincuencia, también puede representar un apoyo complementario para el control del impulso a través de incrementar la percepción de remordimiento, lo que facilite nuestro control sobre aquellas compras que, por sus características, afectan nuestra salud general y la salud financiera de nuestras familias.
Particularmente entre los jóvenes que empiezan a administrarse financieramente, esta sencilla práctica puede prevenir en caer con mayor facilidad en conductas que les generen hábitos negativos que afectan de por vida su estabilidad financiera.
El autor es politólogo, mercadólogo, especialista en economía conductual y director general de Mexicana de Becas, Fondo de Ahorro Educativo. Síguelo en Twitter: @martinezsolares.
Diario El Economista de México
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