Muchas personas tienen un concepto muy simple de lo que es la vida: hay que trabajar duro y tratar de vivir lo mejor que se pueda. Otros piensan que la vida se trata de coleccionar experiencias y ven el trabajo como la única manera de hacerlo. También existen los que intentan vivir más allá de sus posibilidades: tener un nivel de vida que simplemente y sencillamente no pueden pagar.
En todos los casos, es fácil perder el control. Contratar una deuda: pagar algo con tarjeta de crédito es muy sencillo, pero si uno se acostumbra, a la larga termina con una montaña de cuentas por pagar. Cualquiera que sea su motivación, eso irremediablemente genera preocupaciones y nuestro dinero empieza a ser una fuente importante de estrés en nuestra vida. No es ningún secreto que muchos matrimonios de hecho terminan precisamente por eso.
¿En qué se te va el dinero?
Es muy grande la cantidad de lectores que me dicen que parece que el dinero se les va de las manos. Les cuesta mucho trabajo llegar a fin de mes. Me confiesan que no saben ni en qué se lo gastaron.
Terminar la quincena sin un quinto en el bolsillo es algo terrible y, también, sin duda nos genera un enorme estrés. ¿Empezamos a ver aquí un patrón?
Claramente el dinero es el que tiene el control de nuestra vida: nosotros ya lo hemos perdido. Pues bien, es hora de cambiar las cosas y retomar ese control. Por eso es tan importante hacer un plan de gastos: decirle a nuestro dinero, desde el momento en que lo recibimos, qué es lo que debe hacer por nosotros.
Eso que es tan sencillo es lo que muchas personas llaman hacer un presupuesto. Es una palabra que no les gusta a muchas personas porque sólo de escucharla genera un sentimiento negativo. Parece ser algo que nos limita, algo a lo que nos “tenemos que ajustar”.
Nada más lejano a la realidad. Un plan de gastos bien hecho es una herramienta que nos permite lograr lo que queremos en la vida y acercarnos a nuestras prioridades, a aquello que más nos importa. Es tomar el control y cambiar todo ese estrés del que hemos hablado, por un sentimiento de realización y de libertad.
Nuestras abuelas lo hacían de manera sencilla, porque en aquel tiempo no existían las cuentas de nómina y el uso de las tarjetas de crédito no estaba tan extendido. Cuando llegaba el dinero a la casa, lo que hacían era meterlo en sobres distintos: esto es para la renta, esto para la luz, esto para el mandado y esto otro para diversiones. También había un sobre para emergencias o para cuando las cosas salían mal.
De esta forma, desde que llegaba el dinero le asignaban un destino, un trabajo, una función. Así de simple, pero así de complejo también, porque hacer esto obliga a pensar, a priorizar (uno no podía dejar vacío el sobre de la comida en aras de irse de parranda).
A la vez, también tenían que ser flexibles. En ocasiones el recibo de la luz llegaba más caro de lo que habían pensado y del dinero que había en ese sobre. Para poderlo pagar, tenían que sacar algo de dinero de otro lado (de otro sobre). Eso pasa frecuentemente, porque ningún plan es exacto y porque siempre hay cosas que uno no puede controlar (como, por ejemplo, la subida en el precio de la gasolina).
Lo que sí podemos hacer es reasignar las prioridades. Al final, el dinero que ganamos, cualquiera que sea nuestro nivel de ingresos, es finito. Es limitado. Por ello no podemos hacer todo lo que queramos, sino que tenemos que priorizar. Por eso hablo tanto de este tema: de tener claras cuáles son nuestras prioridades.
Ahora bien, nuestra vida es un poco más sencilla en ciertos aspectos, pero más complicada en otros. Ahora recibimos nuestro salario depositado en una cuenta bancaria y por razones de seguridad, no sacamos todo ese dinero para meterlo en sobres.
Pero sí podemos hacer exactamente lo mismo, utilizando también tecnología. Hacer un presupuesto hoy es, precisamente, hacer sobres virtuales (existen muchas aplicaciones para ello, incluso una libreta puede servir). Cada vez que recibimos nuestro salario tenemos que decirle a ese dinero qué es lo que queremos que haga por nosotros (asignarlo a categorías).
Antes de gastar, vemos cuánto dinero nos queda en ese “sobre” (categoría) y si nos alcanza. De lo contrario, tenemos dos opciones: posponer esa compra o bien, como el ejemplo del recibo de la luz, tomarlo de otras categorías si es que tenemos esa posibilidad.
El dinero ya no se nos va de las manos. Sabemos en qué lo gastamos. Es más, lo hemos decidido desde antes, en completa libertad y de manera alineada con nuestras prioridades. En completa libertad y eliminando así el estrés relacionado con el dinero.
Diario El Economista de México
Red Iberoamericana de Prensa Económica