El Economista de México
Red Iberoamericana de Prensa Económica
Joan Lanzagorta
Autor
En un mundo tan consumista como el nuestro, cada día es más difícil mantener nuestras finanzas personales en orden. Por un lado, la publicidad nos hace desear obtener ciertos objetos; por otro, casi todas las tiendas tienen ofertas que nos permiten adquirir esos bienes con grandes “facilidades de pago”.
Pensemos por un momento: si podemos tomar un crédito y lo estamos pagando, esto significa que de no haberlo obtenido podríamos estar ahorrando ese dinero.
Pero en lugar de eso gastamos en otras cosas —pequeñas e insignificantes— gran parte de nuestro ingreso.
Hay dos tipos de gastos que se comen nuestro ingreso:
1. Los gastos hormiga. En la oficina veo personas que siempre se quejan de que no les alcanza el dinero, pero todos los días tienen para comprarse un cafecito, una cajetilla de cigarros, un heladito, etcétera. Además suelen ir a comer siempre fuera.
Alguna vez les he preguntado: ¿sabes cuánto te gastas en todo esto? Me sorprende ver que nadie ha hecho cuentas, pero que además no piensan hacerlas. Me dicen que para qué trabajan si no pueden darse esos gustitos. En fin, no hay peor ciego que el que no quiere ver.
Si aprendemos a prepararnos ensaladas, o platillos sencillos que podemos dejar listos la noche anterior, no sólo ahorraremos una cantidad considerable de dinero, sino que además comeremos de una forma más sana, lo que a la postre también se reflejará en ahorros en nuestros gastos médicos.
Otra forma muy común de gastos hormiga son aquellos que son tan fáciles como pulsar un botón: la compra de música y aplicaciones en línea.
Hay gente que gasta montos significativos al mes en este tipo de cosas, principalmente en compras para pasar un nivel en un jueguito que originalmente era gratuito.
2. Los gastos que no contemplamos. No me refiero aquí a los gastos imprevistos, sino aquellos que tenemos pero no nos damos cuenta.
Un claro ejemplo de esto es cuánto pagamos cada mes por concepto de intereses y comisiones en tarjetas de crédito y otros productos financieros. Para muchos es una cantidad muy importante.
Mucha gente paga altas comisiones porque tienen que retirar recursos en un cajero que no es de su banco.
O tienen cuentas de cheques o ahorro que les cobran una “renta mensual” que al año sí suma una cantidad relevante.
Muchos adquieren préstamos sin saber cuánto les cuesta y terminan pagando, por una televisión o refrigerador, más del doble de su valor (eso sí, con pagos reducidos).
Los gastos relacionados con productos y servicios financieros pueden representar un porcentaje muy considerable de nuestro ingreso. Con un cambio de actitud y con un poquito de conciencia podemos hacer que todo esto se convierta en dinero que podríamos tener disponible para otras cosas.
Es importante pensar en estos dos gastos y en la cantidad de dinero que estás tirando en ellos. No se trata de no gastar, sino de equilibrar para tener finanzas personales en orden.
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