El impacto de la crisis financiera mundial en nuestras vidas

Especial TU DINERO. El mundo financiero se ha globalizado, creando intrincados vasos comunicantes que generan fenómenos que terminan por afectar a las personas.

(Foto: citipass.com)
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El Economista de México
Red Iberoamericana de Prensa Económica (RIPE)

Cuando leemos noticias sobre lo que ocurre en mercados financieros internacionales, sobre los cambios de política económica monetaria en Estados Unidos o cuando escuchamos noticias relativas a conflictos políticos en regiones lejanas, incluso para quienes nos dedicamos a temas financieros en ocasiones resulta complicado entender las implicaciones que ello tiene para nuestra vida cotidiana.

El mundo financiero se ha globalizado, creando intrincados vasos comunicantes que generan fenómenos que terminan por afectar al país y a las personas.

Ahora imagine el efecto de múltiples piedras y comprenderá por qué pronosticar cómo se comportará una variable financiera concreta es una tarea bastante compleja.

Contradicción en nuestra vida diaria
Bob Swarup, autor del libro Money Mania, refiere que existe una contradicción entre las evidentes limitaciones de la naturaleza humana y la complejidad de las sociedades e instituciones que los propios humanos hemos construido. Hemos sido capaces de construir complejos sistemas, pero somos limitados para entender las interacciones entre los mismos.

Tan sólo por mencionar uno de estos temas, importante por el efecto que sobre la dinámica financiera de las personas tiene, considere que a raíz de la crisis del 2008 y sus secuelas ha existido a nivel mundial una búsqueda por reactivar las economías de los países.

Así se explican acciones como la compra de bonos en Estados Unidos o la política económica del gobierno japonés, entre otras, y éstas han tenido como consecuencia la sistemática reducción de las tasas de interés, impactando de manera brutal la capacidad de crecimiento del ahorro de las familias.

El bajo nivel de rendimiento que se obtiene en la mayoría de los instrumentos típicos de ahorro e inversión (ya sea cuentas bancarias o inversiones en instrumentos financieros de deuda) genera una evidente desincentivo para empezar ahorrar o hacerlo más consistente.

Simultáneamente, las alternativas de inversión en instrumentos que en la mayoría de los países no estaban en la visión o preferencia de los ahorradores promedio —como son los mercados de capitales en las bolsas de valores del mundo— representan todavía para amplios sectores, particularmente de niveles medios de ingreso, elementos de una complejidad e incertidumbre de corto plazo (no siempre entendidas a cabalidad), lo que lleva a que en muchos casos no se visualicen como opciones viables.

Además la mayoría de las instituciones financieras han hecho realmente poco por contribuir a la resolución de este tema.

El comportamiento de la inflación es otro factor que también presenta hoy elementos de complejidad para su análisis. Paradójicamente, pareciera que las inflaciones altas son más fáciles de entender por las personas en sus impactos y consecuencias que las inflaciones acotadas, como las que hemos tenido en los últimos poco más de 15 años.

Ello es en parte resultado de la percepción que siempre provoca el que las familias enfrentemos precios que se ajustan en niveles más altos que la inflación, pero que se diluyen en la ponderación del cálculo de una inflación que consecuentemente resulta sensiblemente más baja. Lo anterior ocurre por ejemplo con ajustes de precios altos y evidentes como por ejemplo las colegiaturas.

En nuestra percepción, y en muchos casos en la realidad, los recursos propios disponibles para gastar se ven comúnmente mermados.

¿De quién es la responsabilidad?
Es responsabilidad en gran medida de las complejas instituciones financieras, con las que hoy coexistimos, crear mejores mecanismos para hacer más eficiente el ahorro de las familias; pero también es responsabilidad individual tratar de comprender, por encima de lo complejo, los temas que afectarán el futuro económico de nuestras familias.

Crédito: Raúl Martínez Solares

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