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Por qué es tan difícil saber si este vino de US$ 100,000 es original

FOTOS | El La Tâche 1962 es una cosecha legendaria de Domaine de la Romanée-Conti y un fuerte aspirante al título de mejor tinto de Borgoña. Pero ese estatus de vino de renombre no lo exime de ser blanco de la delincuencia. Aquí su historia.

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FOTOS | ¿Qué emociones se experimentan cuando se está a punto de abrir una botella de La Tâche 1962? Incredulidad, falta de valía, reverencia, sobrecogimiento, alegría -la otra cara de las famosas cinco etapas del duelo de Kübler-Ross-. Después de todo, el vino tiene un precio cercano al de un Porsche 911.
Pero hay, asimismo, un sexto factor en juego: la incertidumbre.

El coleccionista que comparte la botella, adquirida en una destacada casa de subastas, se enteró tarde de que había sido consignada por Rudy Kurniawan, el autor de la estafa en vinos más grande del mundo, que actualmente cumple una condena de 10 años en una prisión federal después de falsificar vinos codiciados por el equivalente de más de US$ 30 millones. Y lo hizo lo bastante bien como para engañar paladares extremadamente avezados.

El La Tâche 1962 es una cosecha legendaria de Domaine de la Romanée-Conti y un fuerte aspirante al título de mejor tinto de Borgoña. Una sola botella de 1962 es casi imposible de localizar, y la que tenía ante mis ojos era una gigantesca de 6 litros -el equivalente de ocho botellas de 750 mililitros- llamada Matusalén.

Para complicar aún más las cosas, el ser uno de los llamados vinos Rudy no garantizaba que La Tâche fuera una falsificación. Kurniawan -cuyo apodo era Dr. Conti debido a su inclinación hacia el legendario Borgoña- vendió también botellas verdaderas, lo cual contribuyó a prolongar la estafa. Como lo hicieron las inclinaciones de los compradores a creer que estaban bebiendo un auténtico tesoro.

Negocio brillante del delito con vinos
Los no iniciados quizá se sorprenderían al saber con qué frecuencia se producen estafas con vinos. En el 2016, un minorista en Berkeley, California, fue condenado a más de seis años de cárcel por implementar un esquema de Ponzi para el vino -9,000 clientes nunca recibieron las botellas que pagaron-.

En el 2012, Mark Anderson, propietario de un depósito de vinos, también en el norte de California, recibió una sentencia de 28 años y se le ordenó pagar US$ 70.3 millones a los clientes después de vender las botellas que eran de ellos e incendiar la planta, arruinando otras decenas de miles de botellas, incluidos cajones de cabernet Sauvignon de Whitehall Lane Napa Valley 2002.

También está el ex estafador francés que en 2010 amenazó con envenenar los legendarios viñedos de Romanée-Conti si el propietario se negaba a pagar un rescate de más de US$ 1 millón. Hasta se asocia a Bernard Madoff con el delito en vinos; algunas de las botellas de nivel superior en su colección supuestamente estaban destinadas a agasajar a posibles víctimas.

Pero el delito más extendido de todos es la falsificación. Se realiza principalmente con vinos finos y raros; claro que también se apunta a vinos menos notables. En el 2016, se confiscó en Italia el equivalente de US$ 400,000 en Champagne Moët & Chandon espurio. Un año antes, se descubrieron en China botellas falsas del rosado de precio módico Miraval de Brad Pitt y Angelina Jolie.

En el último decenio, el cine y la literatura se han referido cada vez más a la intersección del vino y el delito. El libro más reciente es In Vino Duplicitas, del veterano comentarista de vinos Peter Hellman, que hace una crónica del ascenso vertiginoso y la caída de Kurniawan. Lo que aprendí del libro de Hellman, sumado a mi propia experiencia de beber la obra del Dr. Rudy, contribuye a revelar por qué los amantes del vino son blancos particularmente fáciles.