El editorial de Gestión: “Tapando huecos”

La saliente embajadora de Estados Unidos, Rose M. Likins, anunció la semana pasada que su país prevé una reducción de la producción de cocaína en el Perú para los próximos años. Pero no nos engañemos. El ingreso del Estado a una zona productiva en particular malogra el negocio en esa misma área pero no desarticula la red del narcotráfico.

(USI)
(USI)

NARCOTRÁFICO. La saliente embajadora de Estados Unidos, Rose M. Likins, anunció la semana pasada que su país prevé una reducción de la producción de cocaína en el Perú para los próximos años. Una gran noticia de ser cierta. En los últimos tiempos, pues, el Perú se ha convertido en el mayor productor de cocaína del mundo, habiendo pasado a Colombia y dejado bien atrás a Bolivia. Según estimados de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, los cultivos de coca en el Perú crecieron por seis años consecutivos hasta el 2011 (última información disponible), cuando la coca ya ocupaba más de 60,000 hectáreas del territorio nacional.

El optimismo de EE.UU. refleja la energía aplicada por el gobierno de Humala para tratar este problema. Desde que llegó a palacio, Humala ha duplicado el ritmo de erradicación de cultivos. Sin embargo, la erradicación “a la fuerza”, si bien necesaria, no tiene ninguna garantía de ser una solución permanente. Hay varios ejemplos de rebrote de los cultivos de coca una vez el Estado deja el área erradicada. Por eso, es aún más trascendente el trabajo que viene realizando Devida para lograr acuerdos políticos con el fin de fomentar la migración a cultivos alternativos de forma voluntaria.

Uno de los logros más importantes en esta línea ha sido el ingreso del Estado al VRAEM, una zona prácticamente liberada hasta este año que contiene la mayoría de cultivos del país, con programas de erradicación gracias a los acuerdos logrados con el principal gremio cocalero del Alto Huallaga. Pero no nos engañemos. El ingreso del Estado a una zona productiva en particular malogra el negocio en esa misma área pero no desarticula la red del narcotráfico. Las firmas de narcotraficantes solo se ven forzadas a desplazarse a nuevos lugares donde puedan construir el mismo negocio con mayor tranquilidad. Es por eso que, a pesar de los esfuerzos del gobierno, la producción de cocaína solo bajó 4.9% el año pasado (comparado a una reducción del 7.9% en el caso de Colombia) según cifras de la Casa Blanca.

Para desarmar el narcotráfico en el país, algo necesario para mejorar la seguridad, combatir la corrupción y mejorar el clima de inversión, el Estado va a ir teniendo que tapar todos los huecos donde el narcotráfico se pueda desarrollar (no solo con erradicación sino también a través de acuerdos políticos), pero siempre sin descuidar los que ya tiene cubiertos.

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