“Idealismos los justos”. Así de tajante se muestra Diego Martos, CEO de Di Towanda, cuando se le pregunta por la existencia del ‘trabajo de tu vida’. Esa promoción por las que has aguantado en una empresa que no te convencía del todo, o aquel por el que renunciaste a la comodidad de un empleo en una compañía en la que demostrar tu valía era algo que tenías superado.
Experto en formación de profesionales, Martos cree que el puesto ideal no existe, al menos para siempre. Arancha Ruiz, socia de Headhunter &Talentis, duda de “que ninguna actividad profesional dure tanto como tu longevidad vital. Creo que existe el proyecto ideal para cada momento. Por eso, cuando los profesionales lo alcanzan lo saborean durante un tiempo, pero tras un periodo empiezan a sentir la necesidad de un cambio, de las ganas de añadir un nuevo gusto”.
La metáfora de Carlos Utanda, profesor de EAEBusiness School y director de Ad Hoc, es muy ilustrativa: “Cuando a un niño le preguntan qué quiere ser de mayor, ninguno dice que jefe de proyecto de SAP, abogado mercantil o márketing manager en una empresa de gran consumo. Le falta información y perspectiva. Con una visión más amplia del mundo podrá considerar puestos que desconocía y que pueden realizarle profesionalmente”.
Parece que lo de empeñarse en un objetivo tiene los días contados y, en plena aceleración del cambio, conviene ser flexible para evitar el fracaso.
Los antecedentes
Sin embargo, el deseo de conseguir algo suele nublar la realidad. ¿Estás seguro de que ese es el trabajo de tu vida, aquel por el que quieres dejarlo todo? Martos señala algunos factores que pueden ayudarte a poner los pies de en la tierra y evitar que sigas por ese camino: “La diferencia entre lo que vales y lo que cobras, la falta de escucha real entre lo que dices, haces o sientes, el poco tiempo para conciliar, cuando no se pone en marcha un proyecto con tus ideas, la falta de claridad en la carrera o formación o, por último, cuando el idealismo te invade”.
Si conseguir tu nirvana particular supone este peaje, piénsatelo dos veces. O, como dice Andrés Fontenla, director general de Fontevalue Consulting, “te das cuenta de que el trabajo de tu vida no es lo que pensabas en general cuando dejas de vibrar con lo que haces y empiezan a aflorar las decepciones en sus diversas facetas, por ejemplo, tus limitaciones para destacar en la tarea emprendida, la falta de reconocimiento, la promoción de otros compañeros, o las expectativas incumplidas sobre la empresa o el entorno”.
Lo posible y lo imposible
Si aún así te has cegado en tu empeño y has logrado el puesto y, por supuesto, no es el Edén profesional que imaginabas, todavía tienes alguna posibilidad. Martos es muy claro cuando afirma que “en ocasiones, en lo personal, se aprende a coscorrones, pero que también se puede gestionar explicando a tu superior que eso no es lo que esperabas. Hacer autocrítica es muy saludable y, casi siempre, la mejor vía para evitar que ese error profesional no transcienda a lo personal”.
Fontenla asegura que “puedes influir en la orientación de tu parcela de trabajo y, también en la gestión del equipo humano, siempre que seas consciente del alcance y la valía de tu propia contribución. Otros elementos son más difíciles de controlar como la evolución del mercado en el que operas, el peso de tu línea de actividad o el juego de intereses personales y movimientos políticos en la organización”.
Las pistas que Ruiz aporta para conseguir el objetivo son: “Establecer una dirección profesional relacionada con una función y sector, pero también con una cultura o una manera de trabajar determinada. Y además que se trate de una actividad que al profesional le aporte una sensación de colaboración social, de estar participando en la creación de un legado positivo. Que el proyecto esté alineado con una trascendencia positiva es clave”.
El aprendizaje
Como de todo se aprende y, según Fontenla, “hay fracasos que son inevitables”, los tropiezos son la mejor de las oportunidades para comenzar de nuevo y, acertar: “Esas vivencias deben ser un revulsivo para afinar el tiro, fortalecerte y no volver a tropezar. Una mirada positiva es un buen momento para replantearse la situación y volver a emprender otro nuevo proyecto que te llene de ilusión”.
Martos menciona la confianza, la colaboración, la motivación y el agradecimiento como las actitudes más saludables para evitar ese posible fracaso. A menudo estos tropiezos son la mejor lección para conocerte a ti mismo y analizar, en la prácticas cuáles son tus fortalezas y cuáles tus debilidades. Recuerda que aquí no se trata tanto de minimizar tus errores como de sacar partido de las virtudes, de todas aquellas habilidades que has desarrollado para llevar a cabo un proyecto. Todo ello, “sin renunciar a ciertas dosis de riesgo midiendo bien las consecuencias de una caída”, apunta Fontenla.
Y nunca olvides que tú eres el dueño de tu carrera. “Hay que ser flexible y detectar oportunidades de crecimiento que no hemos valorado con anterioridad, pero no podemos dejarnos llevar por la corriente, dado que nos puede guiar al lugar equivocado y es complicado reconducir nuestra carrera profesional. Y, por supuesto, no debemos estigmatizar la equivocación”, concluye Utanda.
¿Felicidad o infelicidad laboral? Tú eres el que decides
Los retos, los desafíos y el entusiasmo por conseguirlos son la adrenalina que mueve a muchos profesionales. Algunos expertos incluso dicen que es lo que alimenta la felicidad en el trabajo. Sin embargo, conviene que recuerdes que, como asegura Arancha Ruiz, socia de Headhunter & Talentis y especialista en marca personal, “lo más importante es aprender que no todo tren que pasa es el adecuado. Las personas se tiran a la piscina pensando que los cambios son buenos solo porque se ha insistido mucho en que lo estable es una forma de fracaso.
Una persona puede ser muy dinámico, crecer en aprendizaje y retos constantes con el mismo título en su tarjeta. El movimiento da sensación de progreso, pero en realidad no siempre es cierto”. Diego Martos, CEO de Di Towanda, afirma que “no se puede ir al futuro sin revisar el pasado”. Lograr la felicidad en el trabajo es cosa tuya y, a veces, frenar es la mejor opción. Según Ruiz, “es importante saber distinguir entre cuándo perseverar y cuándo pivotar. En el primer caso se requiere análisis y pasión; y, lo segundo te aporta las fuerzas para seguir trabajando y esforzándote para llegar, te ayuda a no abandonar”.
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